domingo, 17 de mayo de 2015

LAS RESONANCIAS SCHUMANN Y EL DÍA DE 16 HORAS

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LAS RESONANCIAS SCHUMANN Y EL DÍA DE 16 HORAS

A usted ¿no le parece que el día ya no le alcanza para nada? ¿No se siente más ansioso y estresado? Antes, podíamos ir al trabajo, volver a casa, visitar a los amigos, ir un par de horas a ejercitar al gimnasio y hasta nos hacíamos  tiempo para mirar una película. Ahora, cuando uno se concentra en alguna tarea… se le hizo de noche. ¡El día parece durar menos! Existe un mito obligado en cualquier página new age que afirma que las “ondas Schumann” han elevado la frecuencia de vibración de nuestro planeta, acortando el día de 24 a tan sólo 16 horas. ¿Será así?

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Qué son las Ondas Schumann
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Las resonancias Schumann son un conjunto frecuencias del espectro electromagnético (ELF), aproximadamente equiespaciadas, cuyo primer armónico se ubica cerca de los 7Hz. Se trata de un fenómeno natural en el cual la superficie de la Tierra y la ionosfera actúan como cavidad resonante y la misma, al ser excitada por relámpagos, produce una onda electromagnética estacionaria cuyo modo fundamental se encuentra en 7,83Hz (la longitud de onda es igual a la circunferencia de la Tierra) y con sobretonos en múltiplos de 6,5Hz aproximadamente. Tienen particular importancia en la infraestructura eléctrica, dado que el noveno armónico cae en 59,9Hz, muy cercano a la frecuencia de red de algunos países. También resultan de interés en el estudio de ciertos fenómenos atmosféricos. Winfried Schumann predijo su existencia en 1952, luego confirmada experimentalmente por Schumann y König en 1954.
 
Ninguna relación con las ondas alfa
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Las ondas α (alfa), también llamadas  ondas de Berger, son oscilaciones electromagnéticas en el rango de frecuencias de 8 a 12 ciclos por segundo que surgen de la actividad eléctrica sincrónica y coherente de las células cerebrales de la zona del tálamo y son detectadas mediante electroencéfalogramas.  Algunos pseudoinvestigadores sostienen que debido a su proximidad con las ondas cerebrales, las resonancias Schumann podrían afectar algunas funciones biológicas.

Herbert König, profesor de física en la Universidad Técnica de Munich,  estudió  junto con Winfried Schumann las ondas que llevan su nombre. König, más inclinado a las creencias pseudocientíficas, intentó demostrar la relación de las ondas Schumann con aspectos biológicos y cómo podrían afectar a los seres vivos [también intentó demostrar la radiestesia mediante la existencia de campos de energía desconocidos en la publicación de Wünschelruten Report en 1989, lo que le valió muchas críticas].
La creencia popular en círculos esotéricos es que las ondas Schumann vibran en la misma frecuencia que las ondas cerebrales de los seres humanos y que podrían interferir en el estado de ánimo y la percepción.  Se suele citar como prueba de estas afirmaciones a las investigaciones del Dr. Rutger Wever, del Instituto Max Planck de Fisiología del Comportamiento, publicadas en el libro The circadian system of man: results of experiments under temporal isolation. El preferido de los autoproclamados “buscadores de la verdad” es el Experimento del Búnker. Wever y su grupo de investigación querían estudiar el ritmo circadiano en los seres humanos. En este experimento, colocaron a un grupo voluntarios en un búnker subterráneo, aislados de estímulos del exterior tales como las variaciones de luz y temperatura. Los estudios concluyeron que el ritmo circadiano de los humanos es de 24 horas y que está estrechamente vinculado con los intervalos de exposición a la luz. Algunos pseudocientíficos quisieron asociar los experimentos de Wever con las resonancias Schumann, afirmando que el investigador buscaba aislar a los voluntarios de la influencia de ondas Schumann para estudiar cúal era la intervención de las mismas en los seres vivos. Sin embargo, tamañas afirmaciones resultan infundadas, ya que en ninguna parte del experimento se  nombra a las ondas Schumann. 
 
La Wikipedia en español le dedica un resumido análisis al respecto:
En algunos sitios de internet y libros, realizan afirmaciones no científicas, asociando las ondas Schumann con las ondas alfa, y adjudicándoles un papel en los procesos biológicos. Entre los errores de estas publicaciones se encuentran los siguientes:
  • Adjudican a las ondas Schumann una frecuencia exacta e invariable de 7,8Hz, cuando ésta es aproximada y variable. Incluso, ni siquiera están presentes constantemente.
  • Adjudican a las ondas alpha una frecuencia exacta e invariable, también de 7,8Hz, cuando varían entre 8 y 12Hz. Ni siquiera son frecuentes en niños, lo que descartaría que sean imprescindibles.
  • Consideran que las ondas alfa son ondas sincronizadoras, cuando en realidad, se considera que son producto de la sincronización de las neuronas. Es decir, que esas publicaciones pseudocientíficas invierten causa con efecto.
  • No poseen citas ni referencias a artículos científicos con revisión por pares, ni a ensayos concluyentes.
 
En realidad el día dura más de 24 horas
Sí. Por más loco que suene, lo cierto es que lejos de acortarse el día en realidad se está prolongando, contradiciendo (una vez más)  las afirmaciones descabelladas de los amantes de las “explicaciones alternativas”. 
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Lo cierto es que la duración del día (o sea el período de rotación de la Tierra) se ha ido incrementando paulatinamente a lo largo de millones de años.  La Luna ralentiza la rotación de la Tierra a medida que se aleja de la misma.
En el momento en que la Luna se formó, la Tierra giraba mucho más rápido y la duración del día no llegaba a las 3 horas, mientras que la Luna orbitaba la Tierra mucho más cerca y daba la vuelta en unas 5 horas. Este incremento en el período de rotación de la Tierra y el incremento progresivo de la distancia entre la Tierra y la Luna se debe a la enorme disipación de energía debida a la fricción del flujo y reflujo de las mareas con los lechos oceánicos. En el diagrama del sistema Tierra-Luna se muestra cómo el abultamiento de marea es empujado hacia delante por la rotación de la Tierra. Este abultamiento ejerce un torque neto sobre la Luna, llevándola continuamente a una órbita mayor, mientras produce la desaceleración de la rotación de la Tierra. 
La velocidad de alejamiento de la Luna se midie mediante un rayo láser que se refleja en paneles reflectantes que fueron colocados allí por las misiones espaciales. Las mediciones dicen que en la actualidad  la Luna se está alejando unos 38 milímetros por año. 
Además, la rotación de la Tierra se está desacelerando a un ritmo lento, haciendo el día un poco más largo cada vez. Las mediciones arrojan que, cada cien años, la duración del día se incrementa en 2,3 milisegundos.
De esta manera, podemos estimar que hace 100 millones de años atrás, la duración del día era unos 2300 segundos más corta (38 minutos menos) de lo que es hoy y si nos vamos más lejos aún, hace 600 millones de años la duración del día se acorta a tan sólo 20 horas.  A la inversa, yendo hacia adelante en la línea del tiempo, vemos que la duración del día se debe incrementar gradualmente. Tal como habíamos dicho, a medida que transcurre el tiempo, la Luna se aleja de la Tierra y la rotación terrestre se hace más lenta alaragando la duración del día. A este proceso le puede tomar miles de millones de años en detenerse, cosa que ocurrirá, según los cálculos, cuando la duración del día terrestre iguale la duración del mes lunar. Así, llegará un momento en que el la Luna tardará en orbitar la Tierra unas 1100 horas y  a su vez, la Tierra rotará sobre su eje en ese mismo período de tiempo de 1100 horas. En ese entonces, la Tierra siempre le mostrará a la Luna la misma cara, tal como hoy lo hace la Luna. 
 
Percepción del tiempo transcurrido
 
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En la percepción subjetiva del tiempo transcurrido o tiempo psicológico influyen factores como el ambiente, el aprendizaje, la experiencia, la personalidad, o la cultura. Según Paul Fraisse, en ciertas condiciones, el tiempo parece transcurrir más lento que en otras porque enfocamos la atención en el paso del tiempo y esto parece aumentar su duración. Pero, cuando la atención desvía del reloj hacia un evento determinado, o hacia alguna distracción como un espectáculo o  una celebración, la experiencia parece más corta.
Estudios del profesor Gal Zauberman revelan que la mente comprime los períodos que nos dejan pocos recuerdos. El tiempo parece pasar más lento una tarde sin actividad y acelerarse cuando el cerebro está ante una tarea demandante. Los estimulantes, tienden a hacer que las personas sientan que pasa más rápido, pero trabajos complejos parecen demandar más tiempo que el que ocupan en realidad. También lo opuesto podría ser cierto: si se recuerdan muy pocos acontecimientos, entonces la percepción del tiempo no dura y el cerebro comprime los intervalos pasados.
 
 
En un estudio publicado en la revista Psychological Science , el equipo de Zauberman puso a prueba la memoria de estudiantes universitarios con varios acontecimientos de interés público, como la designación del director de la Reserva Federal (33 meses antes del estudio) o la decisión de la cantante Britney Spears de afeitarse la cabeza (20 meses atrás). En general, los estudiantes subestimaron en 3 meses cuánto tiempo había pasado desde aquellos acontecimientos.
 
En otro experimento, se aisló a un voluntario francés en una cueva por dos meses. Michel Siffre pasó 60 días sin ver la luz del día, y al terminar el experimento estimó haber pasado sólo 20 días lejos de la civilización. Esto sugiere que, cuando se lo deja funcionar por sí solo, el cerebro tiende a comprimir el tiempo.
 
 
 
Conclusiones
 
Las ondas Schumann son un fenómeno real de la naturaleza, producido por la cavidad resonante que forman la superficie terrestre y la ionosfera. Su estudio tiene relevancia científica y técnica.
 
No existe evidencia alguna de que las resonancias Schumann afecten a las ondas alfa cerebrales ni algún otro proceso biológico. El ritmo circadiano no está influenciado por las ondas Schumann. 
 
Mostramos que, pese a la creencia popular, la duración objetiva del día (tomada como el período de revolución de la Tierra sobre su eje) se incrementa continuamente. Si bien se trata de un pequeñísimo incremento (milésimas de segundo cada siglo), a lo largo de millones de años de historia del planeta la duración del día acumuló varias horas.Tampoco existe evidencia de que las ondas Schumann intervengan de alguna manera en algún aspecto físico relacionado con la rotación de la Tierra ni en el período de revolución de la misma.
 
Es probable que todo este cuento del “día de 16 horas y las ondas Schumann” no sea más que una mala interpretación del experimento de Wever. Esto, sumado a la percepción subjetiva del tiempo y nuestra limitada capacidad de estimar intervalos largos con precisión, permiten que tales afirmaciones pseudocientíficas tengan una falsa confirmación entre quienes son propensos a creer los argumentos favorables (como que los días parecen durar menos) y desechar las pruebas que contradicen sus hipótesis (en verdad los días se hacen más largos).
 
 
Fuentes: