EL
DESCUBRIMIENTO DEL ALMIRANTE BYRD QUE MARCÓ UNA ÉPOCA
“Ese Continente encantado en el Cielo. ¡Tierra del
Misterio Eterno!”
“Me gustaría ver esta tierra más allá del Polo
(Norte). ¡Esa área más allá del Polo es el centro del Gran Desconocido!”
Contralmirante Richard E. Byrd.
LAS DOS CITAS anteriores son del más importante
explorador de los tiempos modernos, el Contralmirante Richard E. Byrd, de la
Armada de los Estados Unidos. No se les puede encontrar sentido ni comprender
de acuerdo a las viejas teorías geográficas de que la tierra es una esfera
sólida con un centro inflamado, en la que los dos polos son
puntos fijos. Si este fuera el caso, y si el Almirante Byrd voló
respectivamente 2.740 y 3.710 kilómetros a través de los Polos Norte y Sur a
las tierras de hielo y nieve del otro lado —cuya geografía se conoce—,
resultaría incomprensible que él mencionara en su comentario este territorio
como “el Gran Desconocido”. Además, no habría razón para que empleara un
término como “tierra del misterio eterno”. Byrd no era poeta, y lo que
describió fue lo que observó desde el avión.
Durante el vuelo ártico de 2.740 kilómetros más allá
del Polo Norte, informó por radio que debajo de él no había hielo y nieve, sino
áreas de montañas, bosques, vegetación, lagos, ríos y que veía animales
extraños parecidos a los mamuts congelados encontrados en hielo ártico. Resulta
evidente que había entrado en una región más cálida que el territorio de hielo
que se extiende desde el Polo a Siberia.
Si Byrd se hubiera referido a esta región no tendría razón para llamarla “el
Gran Desconocido”, ya que se puede alcanzar con sólo atravesar el Polo de un
lado de la región ártica al otro.
La única forma de comprender las frases enigmáticas de
Byrd es descartar la concepción tradicional de la formación del planeta y
considerar una, completamente nueva, que sostiene que las extremidades ártica y
antártica no son convexas sino cóncavas.
Por lo tanto, al ir más allá de los polos, Byrd entró
en las concavidades polares. Es decir, que no cruzó los polos hacia el otro
lado, sino que entró a la depresión polar, que, como veremos más adelante, se
abre al interior hueco de la tierra. Tiene un clima tropical y es el hogar de
plantas, animales y humanos. Este es el “Gran Desconocido” al que se refería
Byrd, no el área de nieve y hielo del otro lado del Polo Norte, que se extiende
al norte de Siberia.
La nueva teoría geográfica, presentada por primera vez
en este libro, explica las frases enigmáticas de Byrd y muestra que no fue un
soñador, como puede parecerles a aquellos que se aferran a teorías geográficas
antiguas. Había entrado a un territorio nuevo, “desconocido” porque no estaba
en ningún mapa, porque todos los mapas fueron hechos sobre la base de la
creencia de que la tierra es esférica y sólida. Ya que casi todas las tierras
en esa esfera sólida fueron exploradas y registradas por los exploradores
polares, no había lugar para el territorio descubierto por el Almirante Byrd:
¡un área tan grande como América del Norte!, que él llamó el Gran Desconocido.
Este misterio sólo se puede resolver si aceptamos el
concepto básico de la formación de la tierra presentado en este libro y apoyado
por las observaciones de los exploradores árticos, que se citarán en este
trabajo. De acuerdo a este concepto revolucionario, la tierra no es una esfera
sólida, sino que es hueca, con aberturas en los polos.
El Almirante Byrd entró por ellas por una distancia de
6.450 kilómetros durante sus expediciones ártica y antártica de 1947 y 1956. El
“Gran Desconocido” al que se refería Byrd era la extensión sin hielo dentro de
las concavidades polares, abiertas al interior hueco de la tierra.
Si este concepto es acertado, como trataremos de
probar, los Polos Norte y Sur no existen, ya que estarían ubicados en el aire,
en el centro de las aberturas polares, y no en la superficie terrestre. Esta
visión se presentó por primera vez en un libro llamado Phantom ofthe Potes (Fantasma
de los Polos), de William Reed, publicado en 1906, poco tiempo después de que
el Almirante Peary afirmó descubrir el Polo Norte y luego lo negó.
En 1920, se
publicó otro libro, escrito por Marshall Gardner, llamado A Journey to theEarth’s Interior or
Have the Poles Really Been Discovered? (Un viaje al interior de la Tierra o ¿los polos de
veras fueron descubiertos?), que reclamaba la autoría de la misma teoría.
Resulta curioso que Gardner no tuviera conocimiento
alguno del libro de Reed y llegara a sus conclusiones en forma independiente.
Ambos decían que la Tierra es hueca, con aberturas en los polos y que, en su
interior, vive una vasta población de millones de habitantes, que conforman una
civilización avanzada. Es probable que este sea el “Gran Desconocido” al que
hacía referencia Byrd.
Una vez más, aclararé que Byrd no pudo tener en mente
ninguna parte de la superficie conocida de la tierra cuando dijo estas
palabras, sino que habló de una área de tierra desconocida, libre de hielo y
nieve, con vegetación, bosques y vida animal, que no existe en ningún lado en
la superficie terrestre, sino dentro de la depresión polar, y que recibe el
calor del interior hueco, donde hay temperaturas más altas que en la superficie
con la que está comunicada. Sólo en base a este concepto, entenderemos los
comentarios de Byrd.
En enero de 1956, el Almirante dirigió otra expedición
al Antártico, donde penetró 3.700 kilómetros más allá del Polo Sur. El anuncio por
radio de ese momento (13 de enero de 1956) fue: “El 13 de
enero, miembros de la expedición de los Estados Unidos penetraron en una
extensión de 3.700 kilómetros más allá del Polo. El aviador era el
Contralmirante George Dufek de la Unidad Aeronaval de los Estados Unidos.”
La palabra “más allá” es muy significativa y resultará
incomprensible para aquellos que creen en la antigua concepción de que la
tierra es sólida. Para ellos, significaría la región del otro lado del
continente antártico y el océano que queda más allá, no un “vasto territorio
nuevo” —que no está en ningún mapa— ni sería “la más importante expedición de
la historia del mundo”. La geografía de la Antártida es bastante conocida, y el
Almirante Byrd no agregó nada significativo al conocimiento sobre este
continente.
Si este fuera el caso, ¿por qué hizo comentarios tan
descabellados y faltos de pruebas, en especial si tomamos en cuenta su posición
como contralmirante de la Armada de los Estados Unidos y su reputación de gran
explorador? Este enigma se resuelve cuando comprendemos la nueva teoría de la
Tierra Hueca, que es la única manera de encontrar sentido en las palabras del
Almirante Byrd y no considerarlo un visionario que vio espejismos en las
regiones polares o los imaginó.
Después de volver de la expedición antártica el 13 de
marzo de 1956, Byrd comentó: “La presente expedición ha abierto una vasta
tierra nueva”. La palabra “tierra” es significativa. No se pudo referir a
alguna parte del continente antártico, ya que ninguna consiste en “tierra”,
sino hielo. Además, la geografía es conocida, y Byrd no hizo ningún aporte,
como otros exploradores que dejaron sus nombres como recuerdos en la geografía
de esta región.
Si Byrd hubiera descubierto una vasta área nueva en la
Antártida, la habría reclamado para el gobierno de los Estados Unidos, y la
región llevaría su nombre, como lo habría llevado el territorio que habría
cubierto con el vuelo de 2.740 kilómetros entre el Polo y Siberia, si éste
hubiera estado en la superficie terrestre.
Sin embargo, no se acredita tal logro al gran
explorador y su nombre no quedó en la geografía ártica o antártica como podría
presumirse de sus palabras sobre el descubrimiento de una vasta nueva tierra.
Si su expedición antártica hubiera abierto una nueva e inmensa región en este
continente congelado, no sería apropiado emplear la palabra “tierra”, que
significa una región sin hielo similar a la que Byrd sobrevoló por 2.740
kilómetros más allá del Polo Norte, provista de vegetación, bosques y vida
animal. Por lo tanto, podemos deducir que su expedición de 1956 de más de 3.700
kilómetros más allá del Polo Sur fue en territorio sin hielo, no registrado en
ningún mapa, y tampoco sobre alguna parte del continente antártico.
El año siguiente, en 1957, antes de su muerte, Byrd
llamó a esta tierra más allá del Polo Sur (no “hielo” del otro lado): “aquel
continente encantado en el cielo, la tierra del misterio permanente”. No pudo
decir esto al referirse a la parte congelada del continente antártico que está
del otro lado del Polo Sur. Las palabras “misterio permanente” debieron
referirse a otra cosa: al territorio más cálido, que no aparece en el mapa y
está dentro del interior de la Abertura del Polo Sur, que conduce al interior
hueco de la tierra.
La expresión «aquel encantado continente en el cielo”
se refiere a un área de tierra, no de hielo, reflejada en el cielo que actúa
como espejo, un fenómeno extraño observado por muchos exploradores polares.
Ellos hablan de “la isla en el cielo” o el “cielo de agua”, ya sea que se
refleje tierra o agua. Si Byrd hubiera visto el reflejo de agua o hielo, no
habría empleado la palabra “continente” o “encantado”. La última palabra era
porque, de acuerdo a las concepciones geográficas de aceptación general, el
continente que Byrd vio reflejado en el cielo —donde glóbulos de agua actúan
como un espejo de la superficie subyacente— no podía existir.
Citaremos a Ray Palmer, editor de la revista Flying
Saucers (Platillos voladores) y el mayor experto de los Estados Unidos en
platillos voladores, que piensa que los descubrimientos del Almirante Byrd en
el Ártico y la Antártida ofrecen una explicación acerca del origen de los
platillos voladores.
Él cree que no provienen de otros planetas, sino del
interior de la tierra, donde existe una civilización mucho más avanzada que la
nuestra en aeronáutica, la que utiliza platillos voladores para viajes aéreos,
que salen al exterior a través de las aberturas polares. Palmer explica esta
opinión de la siguiente manera: “¿Cuánto conocemos la tierra? ¿Hay algún área
en ella que se pueda considerar como el posible origen de los platillos
voladores? Existen dos. Las dos áreas de principal importancia son la Antártida
y el Ártico.
Los dos vuelos del Almirante Byrd por encima de los
dos polos prueban que hay algo raro en la forma de la tierra en ambas áreas.
Byrd voló al Polo Norte, pero no se detuvo allí para dar la vuelta, sino que
siguió 2.740 kilómetros más allá y luego siguió el mismo camino de vuelta a la
base ártica (debido a la poca gasolina restante). A medida que hacía progresos
más allá del punto del Polo, se veía tierra sin hielos, lagos, montañas
cubiertas de árboles e, inclusive, se vio un animal monstruoso, parecido al
mamut de la antigüedad, que se movía entre la vegetación.
Los tripulantes del avión informaron todo esto por
radio. El avión sobrevoló tierra, montañas, árboles, lagos y ríos por casi la
totalidad de los 2.740 kilómetros. ¿Qué era esta tierra desconocida? Byrd, al
viajar hacia el norte, penetró en el hueco interior de la tierra a través de la
abertura polar. Más tarde, la expedición fue al Polo Sur y, después de pasarlo,
siguió 3.700 kilómetros más allá.
Una vez más, penetramos en una tierra desconocida y
misteriosa que no aparece en los mapas actuales. Y otra vez no aparecen anuncios
después del primero —debido al ocultamiento oficial de esas noticias (autor)—
y, más extraño aún, encontramos que millones de personas en el mundo absorben
los anuncios y no sienten ninguna curiosidad al respecto.
Por lo tanto, éstos son los hechos: en los dos polos,
existen vastas áreas de tierra desconocida, habitables, que deben ser de
extensión inmensa y engloban una área mayor que cualquiera conocida en la
extensión continental. La tierra misteriosa del Polo Norte que vieron Byrd y su
tripulación es por lo menos de 2.740 kilómetros en dirección transversal y no
se puede concebir como una mera tira angosta. ¡Es un área tal vez tan grande
como todo el territorio de los Estados Unidos! En el caso del Polo Sur, la
tierra atravesada más allá del Polo incluye un área tan grande como América del
Norte y el continente del Polo Sur en conjunto. Los platillos voladores podrían
provenir de estas dos tierras desconocidas, más allá de los polos. En la
opinión de los editores de Flying Saucers, nadie puede probar que no existen
estas tierras, dados los hechos de las dos expediciones que describimos.”
Si el Contralmirante Byrd afirmó que su expedición al
Polo Sur era “la expedición más .importante en la historia del mundo”, y si
después de volver, dijo que “la presente expedición ha abierto una nueva y
vasta tierra”, resultaría extraño e inexplicable cómo el descubrimiento de un
área tan grande como América del Norte, comparable al descubrimiento de América
por Colón, no recibió atención y fue olvidado; que desde los más ignorantes
hasta los más informados no supieron nada al respecto.
La única respuesta racional a este misterio es que,
después del anuncio breve en la prensa de los Estados Unidos, basado en el
informe radial de Byrd, el gobierno evitó más publicidad.
Byrd trabajaba para el Gobierno, que tenía razones
políticas para no dar a conocer al mundo este nuevo descubrimiento histórico;
pues el Almirante había descubierto dos áreas desconocidas de tierra, que
medían un total de 6.450 kilómetros de ancho y probablemente era tan grande
como América del Norte y del Sur juntas, ya que el avión de Byrd dio la vuelta
sin llegar al final del territorio.
Resulta evidente que el gobierno de los Estados Unidos
temía que otro gobierno se enterara del descubrimiento y condujera vuelos
similares hasta mucho más allá de donde llegó Byrd, y que tal vez reclamara
este territorio como propio.
Con respecto a la declaración de Byrd en 1957, poco
antes de su muerte, en la que llamó al nuevo territorio “aquel continente
encantado en el cielo” y “la tierra del misterio eterno”, Palmer dice lo
siguiente: “Si tomamos en cuenta todo esto, ¿resulta sorprendente que todas las
naciones del mundo de repente hayan tomado tan intenso interés por la región
polar sur —en especial— y la norte, y que hayan enviado tantas exploraciones?”
Palmer concluye que esta nueva tierra descubierta por Byrd, que no figura en
ningún mapa, existe en el interior —y no en el exterior— de la tierra, ya que
la geografía de la parte externa es conocida, mientras que la interna —dentro
de las depresiones polares— es “desconocida”. Por esa razón, Byrd la llamó “el
Gran Desconocido”.
Después de discutir la importancia de que Byrd usara
el término “más allá” del polo, en vez de “cruzando” el Polo al otro lado del
Ártico o Antártida, Palmer concluye que Byrd se refería a un área de tierra
desconocida, dentro de la concavidad polar y que se continuaba con el interior
de la tierra, una zona más cálida donde hay vegetación y vida animal. Es
“desconocida” porque no está en la superficie externa y, por lo tanto, no está
registrada en ningún mapa.
Palmer escribió:
“En febrero de 1947, el Almirante Richard E. Byrd, el
único hombre que trató lo mejor que pudo de hacer que se conociera el área del
Polo Norte, comentó lo siguiente: ‘Me gustaría ver la tierra más allá del Polo.
Aquella área es el centro del Gran Desconocido’.
Millones de personas leyeron este comentario en los
diarios; millones se entusiasmaron con el vuelo del Almirante al Polo, a un
punto 2.740 kilómetros más allá; millones escucharon la emisión radial que
describía el vuelo, también publicada en los periódicos. ¿Qué tierra era?
Revise su mapa; calcule la distancia desde todos los territorios que
mencionamos antes: Siberia, Spitzbergen, Alaska, Canadá, Finlandia, Noruega,
Groenlandia e Islandia.
Muchos de ellos están dentro de los 2.740 kilómetros
de distancia, pero ninguno dentro de los 320 kilómetros del polo. Byrd
sobrevoló un territorio desconocido. El mismo lo llamó ‘el gran desconocido’;
¡y de veras es grande! Pues después de 2.740 kilómetros de vuelo, tuvo que
regresar porque le faltaba gasolina y ¡aún no había llegado al final! Debió
llegar a la ‘civilización’, y no lo hizo; debió ver sólo el océano cubierto de
hielo, o algunas porciones de océano descubierto cuando mucho.
Sin embargo, ¡vio montañas cubiertas de bosques!
¡Bosques!¡Increíble! El límite más septentrional de la presencia de vegetación
arbórea es el sur de Alaska, Canadá y Siberia. ¡Al norte de esa línea no crece
ningún árbol! No hay árboles dentro de un radio de 2.740 kilómetros del polo.
¿Qué conclusión sacamos?
El autenticado vuelo del Almirante Richard E. Byrd a
una tierra más allá del Polo que tanto quería ver, porque era el centro del
gran desconocido, el centro del misterio. Por lo visto, su deseo se cumplió;
sin embargo, en la actualidad, esta tierra misteriosa no se menciona en ninguna
parte. ¿Por qué? ¿Aquel vuelo de 1947 fue una ficción? ¿Mintieron todos los
periódicos? ¿La radio del avión de Byrd mintió?
No, el Almirante Byrd sí voló más allá del polo. ¿Más
allá? ¿Qué quiso decir el Almirante cuando empleó esa palabra? ¿Cómo es posible
ir ‘más allá’ del polo? Imaginemos por un momento que algún medio milagroso nos
transporta al punto exacto del polo norte magnético. Llegamos en forma inmediata,
sin saber en qué dirección vinimos. Sólo sabemos que iremos a Spitzbergen, pero
¿para qué lado queda, qué dirección tomamos? Al sur, por supuesto.
Pero, ¿hacia qué sur? ¡Todas las direcciones son sur
desde el Polo Norte! En realidad, este es un problema de navegación simple.
Todas las expediciones al polo, por vuelo, por submarino o a pie, enfrentan el
mismo problema. Tienen que retroceder por el mismo camino que llegaron o
descubrir qué dirección es la correcta para su objetivo. El problema se
soluciona con doblar en cualquier dirección y recorrer más o menos 30
kilómetros; luego las personas se detienen, miden las estrellas, las relacionan
con la lectura de la brújula —que ya no apunta hacia abajo, sino hacia el Polo
Norte Magnético— y trazan el curso en el mapa. En esa instancia, resulta
sencillo dirigirse a Spitzbergen si se va hacia el sur.
El Almirante Byrd no siguió este procedimiento
tradicional de navegación. Cuando llegó al polo, siguió por 2.740 kilómetros
más. Continuó hacía el norte después de cruzar el polo. Aunque resulte curioso,
está registrado que lo logró, por que si no, no habría visto ‘la tierra más
allá del polo’, que los periódicos, libros, la radio y el conocimiento popular
indican que ¡nunca se volvió a visitar! Aquella tierra, según los mapas
actuales, no puede existir.
Sin embargo, como sí existe, sólo podemos pensar que
esos mapas son incorrectos, incompletos y no representan la realidad del
hemisferio norte. Entonces, localizamos una gran masa de tierra en el norte,
que no aparece en ningún mapa, y que es el centro del Gran Desconocido. De esto
debemos inferir que la extensión de 2.740 kilómetros recorrida por Byrd es sólo
una porción del territorio completo.”
Un descubrimiento tan importante, que Bvrd calificó
como el más importante de la historia del mundo, debió darse a conocer a todos,
si el Gobierno no hubiera retenido toda información al respecto, a punto tal,
que casi cayó en el olvido absoluto, hasta que Giannini lo mencionó en su libro
Worlds Beyond the Poles (Mundos más allá de los polos), publicado en Nueva York
en 1959. Asimismo, el libro, por alguna extraña razón, no fue publicitado por
el editor y no fue conocido.
Al final del mismo año 1959, Ray Palmer, editor de la
revista Flying Saucers, leyó una copia del libro de Giannini y dio publicidad
al descubrimiento del Almirante Byrd. Muy impresionado por el libro, en
diciembre de ese año publicó la información en su revista, que se vendía en los
kioscos de periódicos en todo el territorio de los Estados Unidos. Luego sucedieron
una serie de incidentes extraños, que indicaban que fuerzas secretas intentaban
impedir que saliera la información contenida en la edición de diciembre de la
revista.
¿Quiénes son estas fuerzas secretas, que tienen una
razón especial para ocultar la información sobre el gran descubrimiento del
Almirante Byrd? Resulta obvio que son las mismas que impidieron la salida de
información después de que Byrd realizó tal descubrimiento —excepto por un
breve anuncio radial— y antes de que Giannini publicara la primera información
al respecto en 1959, doce años después del descubrimiento.
El anuncio de Palmer sobre los descubrimientos de Byrd
en el Ártico y la Antártida fue una época de publicidad en gran escala, desde
que se oyó el breve anuncio en el momento del vuelo, y fue mucho más
significativa en las citas y los comentarios del libro de Giannini, que no tuvo
publicidad adecuada y terminó con escasas ventas. Por esta razón, poco después
de que la edición de diciembre de Flying Saucers saliera a los kioscos y
estuviera preparada para enviar a los suscriptores desapareció de circulación
en forma misteriosa.
Es obvio que fue obra de las mismas fuerzas que
impedían la publicación de esta información desde 1947. Cuando el camión llegó
para entregar al editor las revistas que venían de imprenta, ¡no había revistas
en el camión! El editor (el señor Palmer) llamó por teléfono al impresor y
descubrió que no había recibo de que se hubiera hecho un envío. Como había
pagado las revistas el editor pidió al impresor nuevas copias, pero las
matrices no estaban disponibles y aparecían tan dañadas que no fue posible
hacerlo. ¿Dónde estaban las miles de revistas? ¿Por qué no había recibo de envío?
Si se hubieran perdido o enviado a una dirección errónea, tendrían que haber
aparecido, pero no fue así.
Como resultado, 5000 suscriptores no recibieron la
revista. Un distribuidor que recibió 750 copias para vender en su kiosco,
desapareció junto con las revistas. Las había recibido con el encargo de
devolver las que no se vendieran, pero nunca se recuperaron. Ya que la revista
desapareció por completo, se volvió a publicar y se envió a los suscriptores
varios meses más tarde.
¿Qué contenía esta revista para que fuerzas secretas e
invisibles la censuraran de tal manera? Un informe sobre el vuelo del Almirante
Byrd más allá del Polo Norte en 1946, y conocimientos que se habían suprimido,
excepto por la mención en el libro de Giannini. Evidentemente, las fuerzas
secretas consideraron peligrosa la edición de diciembre de 1959.
Tenían una razón especial para retener la información
y mantenerla en secreto. Esta edición de la revista Flying Saucers contenía las
siguientes citas del libro de Giannini: “Desde el 12 de diciembre de 1929, las
expediciones polares de la Armada de los Estados Unidos han determinado la
existencia de una extensión de tierra incalculable más allá de los puntos
polares.
“El 13 de enero de 1956, durante la preparación de
este libro, una unidad aérea de los Estados Unidos penetró una extensión de
3.700 kilómetros más allá del presunto final de la tierra, el Polo Sur. Tal
vuelo se realizó en todo momento, sobre tierra y agua y hielo. Por razones
sustanciales, el memorable vuelo recibió una cobertura de prensa negligente.
“Los Estados Unidos y más de treinta naciones más
prepararon expediciones polares sin precedentes para el bienio 1957 y 1958, con
el fin de penetrar en la extensión que ahora se ha probado, continúa más allá
de los puntos polares. Mi revelación original de 1926 a 1928, de la tierra
entonces desconocida, fue calificada por la prensa, como ‘más atrevida que
cualquier concepción de Julio Verne’.” Luego Giannini citó las siguientes
declaraciones del Almirante Byrd, que transcribirnos antes: «Febrero de 1947:
‘Me gustaría ver aquella tierra más allá del polo. Es el centro del Gran
Desconocido’. Contralmirante Byrd, Armada de los Estados Unidos, antes de su
vuelo de siete horas sobre el territorio más allá del Polo Norte.
“El 13 de enero de 1956: ‘El 13 de enero, miembros de
la expedición de los Estados Unidos realizaron un vuelo de 4.350 kilómetros
desde la base en McMurdo Sound, que está a 650 kilómetros al oeste del Polo
Sur, y penetraron un una extensión de tierra de 3.700 kilómetros más allá del
polo’. Anuncio radial confirmado por la prensa el 5 de febrero.
“El 13 de marzo de 1956: ‘La presente expedición ha
abierto una vasta tierra nueva’. Almirante Byrd, después de volver de la tierra
más allá del Polo Sur.
“1957: ‘Aquel continente encantado en el cielo, tierra
del misterio eterno’. Almirante Byrd.”
El mundo científico no prestó atención al libro de
Giannini. La extraña y revolucionaria teoría que presentaba fue ignorada, por
excéntrica en vez de científica. Sin embargo, las afirmaciones del Almirante
Byrd sólo cobran sentido si se acepta la concepción de la existencia de la
tierra más allá de los polos, como hizo Giannini. El escribe:
“No hay un final físico de las extremidades norte y
sur de la tierra. Esta no se puede circunnavegar en dirección norte o sur en el
sentido real de la palabra. Sin embargo, algunos vuelos ‘alrededor del mundo’
han contribuido a esta concepción errónea. Es imposible pasar por sobre el Polo
Norte hasta alcanzar las áreas septentrionales de temperatura templada sin dar
la vuelta, pues no existe una extremidad norte de la tierra. Lo mismo es válido
para el Polo Sur.
La existencia de mundos más allá de los polos ha sido
confirmada por exploraciones de la Armada de los Estados Unidos durante los
últimos treinta años. La confirmación es sustancial. El explorador más anciano
del mundo, Contralmirante Richard Evelyn Byrd, comandó la memorable expedición
gubernamental a esa tierra interminable más allá del Polo Sur.
Antes de su partida de San Francisco, hizo un anuncio
radial de gran trascendencia: ‘Esta es la expedición más importante en la
historia del mundo’. En la expedición del 13 de enero de 1956, que penetró en
la tierra más allá del polo por una extensión de 3.700 kilómetros, probó que no
exageraba.”
Palmer escribe los siguientes comentarios en su
revista sobre las afirmaciones de Giannini con respecto a seguir de largo del
Polo Norte y llegar al otro lado del mundo, que sería el caso si la Tierra
fuera convexa, en vez de cóncava, en los polos:
“Muchos de los lectores dijeron que los vuelos
comerciales cruzan el polo y vuelan al lado opuesto de la Tierra. Esto no es
cierto. Aunque los oficiales de las líneas aéreas digan que sí, no es verdad.
Realizan maniobras de navegación que eliminan en forma automática todo vuelo en
línea recta más allá del polo. Pregunte a los pilotos sobre estos vuelos
polares; o trate de nombrar un vuelo para el cual usted pueda comparar así que
cruza el Polo Norte.
Si examinamos la ruta de los vuelos que cruzan el área
polar norte, encontraremos que todos van alrededor o a un costado, pero nunca
lo cruzan en forma directa. Esto resulta extraño. Podemos estar seguros de que
un vuelo que cruce el Polo Norte atraería muchos pasajeros que quisieran tener
la experiencia. Sin embargo, ninguna línea aérea lo ofrece, siempre pasan a un
costado del polo. ¿Por qué? ¿No es posible que si lo cruzaran en forma directa,
en vez de aterrizar en el lado opuesto de la tierra, el avión entraría en la
tierra más allá del polo, ‘el centro del Gran Desconocido’, como lo llamó el
almirante Byrd?”.
Palmer sugiere que se organice una expedición que
viaje en línea recta al norte y continúe en esa dirección después de llegar al
Polo Norte, que él cree es el centro de la concavidad polar y no una tierra
sólida. Se debe seguir la misma ruta que el Almirante Byrd y continuar en esa
dirección hasta llegar al interior hueco de la tierra.
Esto nunca se hizo a pesar de que la armada de los
Estados Unidos tiene en sus archivos el registro de los vuelos y
descubrimientos de Byrd. Tal vez la razón sea que los jefes de la Armada no
compartían la nueva concepción geográfica de la formación de la tierra en las
regiones polares, que hay que aceptar para apreciar la significación de la
evidencia de Byrd, y la dejaron a un lado hasta olvidarla.
El comentario de más arriba, de Palmer, que sostiene
que las líneas aéreas no sobrevuelan el Polo Norte, parece razonable al tener
en cuenta nuevos descubrimientos soviéticos sobre el Polo Norte Magnético.
Encontraron que no era un punto, sino una línea larga, se cree que una línea
circular, que constituye el borde de la concavidad polar. Es decir, que se le
puede decir Polo Norte Magnético a cualquier punto en este círculo porque, en
ese lugar, la aguja de la brújula apunta hacia abajo.
Si fuera así, resultaría imposible que los aviones
cruzaran el Polo Norte —el centro de la depresión polar, no la superficie de la
tierra— como indica la teoría de la tierra sólida y la formación convexa del
polo. Cuando los pilotos creen llegar al Polo Norte por la lectura de la
brújula, en realidad, están en el borde de la concavidad polar, donde está el
verdadero Polo Norte Magnético.
En otra referencia al libro de Giannini, Palmer
comenta: “El extraño libro escrito por Giannini ofrece la posibilidad de probar
en forma definitiva que la tierra tiene una forma extraña en el Polo Norte, del
mismo modo que creemos ocurre con el Polo Sur: no necesariamente con un agujero
que llega de lado a lado, sino como una rosca que se hinchó tanto durante la
cocción que el agujero se transformó en sólo una profunda depresión a cada
lado, o como un neumático gigante montada en un cubo sólido con tapacubos
ahuecados. Ningún ser humano ha podido volar directamente sobre el Polo Norte y
seguir en línea recta. El editor cree que se debe hacer de inmediato. Tenemos
los aviones para llevarlo a cabo.
El editor quiere saber con seguridad si un vuelo
semejante terminaría en uno de los países que rodean el Polo Norte, en el lugar
opuesto al punto de salida. La navegación no se haría de acuerdo a una brújula
o con triangulación en mapas existentes, sino solamente con brújula giroscópica
en un curso recto sin desviaciones desde el momento del despegue hasta el de
aterrizaje. No sólo habría una brújula giroscópica en un plano horizontal, sino
en uno vertical también después de entrar en la abertura polar. Debe haber un
movimiento positivo hacia adelante que no se puede discutir.
Todos saben que una brújula giroscópica horizontal,
como las que se utilizan en la actualidad, hace que un avión aumente la
elevación en forma constante a medida que avanza, y se aleja —en forma de
curva— de la tierra debajo de él.
De acuerdo a nuestra teoría de la depresión polar,
cuando el avión entra en la depresión, la brújula debería mostrar un mayor
aumento de elevación que en otro caso, debido a que la tierra se aleja en forma
de curva en el Polo Norte. Si el avión continúa en dirección norte, este
aumento en altitud seguirá cuanto más se aleje; y si el avión trata de mantener
la misma altitud, doblará hacia el interior hueco de la tierra.”
Los siguientes comentarios de Giannini, escritos en
una carta a un lector que se interesó en él a través de la revista de Palmer,
son de gran interés: “El autor recibió el permiso de la oficina de
Investigación naval de Nueva York, de transmitir un mensaje de buen viaje por
radio al Contralmirante Richard Evelyn Byrd, de la Armada de los Estados
Unidos, en su base ártica en febrero de 1947.
En ese momento, el Almirante anunció por la prensa:
‘Me gustaría ver la tierra más allá del polo. Es el centro del Gran
Desconocido’. Luego, él y un equipo naval realizaron un vuelo de 2.740
kilómetros sobre la tierra que se extendía más allá del supuesto Polo Norte
‘final’ de la tierra.
En enero de 1947, antes del vuelo, este autor pudo
vender una serie de artículos periodísticos a un sindicato internacional de
medios, porque este autor aseguró al director de dicho sindicato que Byrd de
veras iría más allá del imaginario extremo del Polo Norte.
Como resultado del conocimiento previo que el autor
tenía de la tierra, hasta ese momento desconocida, que se extendía más allá de
los puntos del polo, y luego de que los medios sindicados publicaron la
noticia, la oficina de inteligencia naval de los Estados Unidos investigó a
este autor. Esta investigación se debió a la confirmación definitiva de las
teorías del autor por parte de Byrd.
Más tarde, en marzo de 1958, en Missouri, este autor
se dirigió a la audiencia radial, comentando la importancia del descubrimiento
de la tierra más allá de los puntos imaginarios del Polo Norte de acuerdo a la
historia arcaica.”
Los siguientes son comentarios de Giannini, que
aparecían en los periódicos de Nueva York, con respecto a los informes del
vuelo del Almirante Byrd en febrero de 1947: “Estas declaraciones describieron
el vuelo de 2.740 kilómetros de Byrd, que duró siete horas, sobre tierra y
lagos de agua dulce MAS ALLÁ del presunto ‘final’ de la tierra, el Polo Norte.
Los mensajes se intensificaron hasta que una censura estricta se impuso desde
Washington.”
Otro escritor estadounidense especializado en temas de
platillos voladores, Michael X, se sintió conmovido por los descubrimientos de
Byrd y llegó a la conclusión de que los platillos voladores deben provenir de
una civilización avanzada del interior de la tierra, cuya periferia visitó
Byrd. El describe el viaje de Byrd de la siguiente manera: “Había un valle
extraño debajo de ellos. Por alguna extraña razón, el valle que Byrd vio no
estaba cubierto de hielo como era de esperar. Era verde y frondoso; tenía
montañas con bosques llenos de árboles y hierba y maleza.
Esto era un misterio en una tierra de hielo y nieve,
casi siempre congelada. Cuando el Almirante Byrd entró en este país
desconocido, ‘el centro del gran desconocido’, ¿dónde se encontraba? De acuerdo
a la teoría de Marshall Gardner, estaba en la entrada que lleva al interior de
la tierra, más allá del Polo. Tanto Alaska como Canadá han tenido muchísimas
visiones de platillos voladores en los últimos meses. ¿A qué se deben?
¿Existe alguna conexión con la tierra ‘más allá del
polo’, ese territorio desconocido dentro de la tierra? Tiene que existir una
conexión. Si los platillos voladores entran y salen del interior de la tierra a
través de las aberturas polares, es natural que los habitantes de Alaska y
Canadá los vean con más frecuencia que personas de otras partes del mundo.
Ambos países quedan cerca del Polo Norte.”
Las observaciones anteriores sobre una concentración
de platillos voladores en la región ártica concuerda con observaciones
similares de Jarrold y Bender sobre una concentración en el Antártico, donde
expertos en el tema creen que existe una base de aterrizaje, de donde son
vistos al ascender y al regresar. Sin embargo, de acuerdo a la teoría de este
libro, lo que de veras ocurre tanto en el Ártico como en el Antártico es que
los platillos voladores emergen de y reingresan al interior hueco de la tierra,
su verdadero lugar de origen. Aime Michel, en su teoría de “línea recta”, probó
que la mayoría de los patrones de vuelo de los platillos voladores son en
dirección norte-sur, que sería el caso si su origen fuera polar. Vendrían de la
abertura polar norte o sur.
En febrero de 1947, alrededor de la época en que el
Almirante Byrd hizo su gran descubrimiento de la tierra más allá del Polo
Norte, se realizó otro gran descubrimiento en el continente antártico: el
“Oasis de Bunger”. El descubrimiento fue del Teniente Comandante David Bunger,
que estaba en los controles de los seis grandes aviones de transporte
utilizados por el almirante Byrd para la “Operación salto alto” de la Armada de
los Estados Unidos entre 1946 y 1947.
Bunger volaba hacia el interior desde Shack-leton Ice
Shelf cerca de la Costa Queen Mary de Wükes Land. El y su equipo estaban a seis
kilómetros de la costa donde empieza el mar abierto. La tierra descubierta por
Bunger no tenía hielo. Los lagos eran de muchos colores diferentes, por ejemplo
el color del óxido, verde y azul profundo. Cada uno tenía más de cinco
kilómetros de largo. Bunger “acuatizó” en uno de ellos y comprobó que el agua
era más cálida que la del océano. Cada lago tenía una playa con una leve
inclinación.
Alrededor de los cuatro límites del oasis, de forma
aproximadamente cuadrada, vio nieve y hielo que seguían hasta el horizonte. Dos
de los lados del oasis se elevaban casi 30 metros y consistían en grandes
paredes de hielo. Los otros dos lados tenían una inclinación más gradual y
suave.
La existencia de un oasis semejante en la Antártida
lejana, una tierra de hielo perpetuo, indica condiciones más cálidas, que se
darían si el oasis estuviera en la abertura del Polo Sur, que da al territorio
interno, de condiciones más cálidas. Este era el caso del territorio cálido, de
tierra y lagos, que descubrió Byrd más allá del Polo Norte. (Es probable que
estuviera dentro de la abertura.)
De otro modo, no se explicaría la existencia de un
oasis de tierras no congeladas en el medio del continente de la Antártida,
donde hay hielo con kilómetros de grosor. El oasis no puede resultar de la
actividad volcánica debajo de la superficie terrestre porque el área de tierra
que cubría el oasis era de 500 kilómetros cuadrados, demasiado grande para
obtener su provisión de calor de un volcán. Las corrientes de vientos cálidos
del interior de la tierra son una mejor explicación.
Por lo tanto, Byrd en el Ártico y Bunger en la
Antártida hicieron descubrimientos similares de áreas de tierra más allá de los
polos más o menos en el mismo momento, en la primera mitad de 1947. Pero no
fueron los únicos que realizaron descubrimientos semejantes. Hace algún tiempo,
un periódico de Toronto, Canadá, The Globe and Maü, publicó una fotografía de
un valle verde. La foto fue tomada por un aviador en la región ártica, desde el
aire y sin intentar aterrizar. Era un valle hermoso con colinas verdes. El
aviador debió seguir más allá del Polo Norte hasta el mismo territorio cálido
que visitó el Almirante Byrd, dentro de la abertura polar. La foto se publicó
en 1960.
Encontramos más confirmación del descubrimiento de
Byrd en los informes de los individuos que afirmaban haber entrado en la
abertura del Polo Norte, pues muchos exploradores del Ártico, sin darse cuenta,
penetraron en el mundo subterráneo en el interior hueco de la tierra. El doctor
Nephi Cottom de Los Angeles dijo que uno de sus pacientes, un hombre de
ascendencia nórdica, le contó la siguiente historia:
“Yo vivía cerca del Círculo Ártico en Noruega. Un
verano, un amigo y yo nos decidimos a ir lo más lejos posible al territorio del
norte. Colocamos provisiones para un mes en un pequeño bote de pesca y, con una
vela y un buen motor, salimos al mar. Al final de un mes, habíamos penetrado
bastante en el norte, más allá del polo, en una extraña y nueva región. Nos
sorprendimos mucho porque el clima era cálido, a veces, demasiado para dormir.
(Exploradores del Ártico que llegan muy al norte hacen comentarios similares
del clima, a veces tan cálido como para quitarse los abrigos. El autor.) Luego
vimos algo tan extraño que quedamos anonadados. Más allá de un mar calido
abierto veíamos que estábamos en una gran montaña.
El océano parecía vaciarse en la montaña en un punto
determinado. Sin poder creerlo, seguimos en la misma dirección y navegamos
hasta entrar en un vasto cañón, que llevaba al interior de la Tierra.
Continuamos y tuvimos una increíble visión: ¡un sol brillaba dentro de la
Tierra! El océano que nos había llevado hasta el interior hueco de la Tierra se
convirtió en un río.
Este río recorría, como nos dimos cuenta después, todo
el interior hueco de la tierra, de una punta a la otra, por la superficie
interna. Si uno lo sigue, va desde el Polo Norte hasta el Sur. Vimos que la
superficie interna de la tierra estaba dividida, así como la otra, en tierra y
agua. Hay mucho sol y abunda tanto la vida animal como vegetal.
Navegamos más y más dentro de esta tierra fantástica,
la llamo así porque todo era de un tamaño inmenso en comparación con el
exterior. Las plantas son grandes, los árboles gigantes, y, por último,
llegamos a los gigantes. Vivían en casas y pueblos, así como lo hacemos en la
superficie de la Tierra. Utilizaban una forma de vehículo eléctrico, como una
carreta monorriel, para transportar a las personas. Corría por el borde del
río, de un pueblo a otro. Algunos de estos habitantes detectaron nuestro bote y
se sorprendieron. Eran muy amistosos; nos invitaron a comer con ellos en sus
casas. Así, mi compañero y yo nos separamos: él se fue con un gigante a su casa
y yo con otro.
Mi amigo gigante me llevó a su casa a conocer a su
familia. Yo estaba asombrado por el tamaño inmenso de los objetos en su casa.
La mesa para comer era colosal. En mi plato, colocaron una cantidad tan
abundante de comida, que me hubiera alimentado una semana. El gigante me
ofreció un racimo de uvas, cada una era el tamaño de un durazno. Probé una y la
hallé mucho más dulce que cualquiera que pudiera saborear en el ‘exterior’. En
el interior de la tierra todas las frutas y verduras saben mucho mejor que las
que tenemos en la superficie.
Nos quedamos con ellos por un año. Disfrutamos tanto
de su compañía, como ellos de conocernos a nosotros. Observamos muchos
fenómenos extraños e inusuales durante nuestra visita a estas personas
increíbles. Sus avances científicos e inventos no dejaban de asombrarnos. En
todo ese tiempo, jamás fueron antipáticos con nosotros, y nos permitieron
retornar a nuestro hogar de la misma manera que llegamos. Es más, nos
ofrecieron protección si la hubiéramos necesitado para el viaje.”
Otro noruego, llamado Olaf Jansen, registró una
experiencia similar de una visita al interior de la tierra a través de las
aberturas polares, pero totalmente independiente de la anterior, en un libro de
un escritor americano, Willis George Emerson, The Smoky God. El libro se basa
en un informe que Jansen le hizo al señor Emerson antes de morir, donde
describe una experiencia verdadera de visitar el interior de la tierra y a sus
habitantes.
El título The Smoky God (El dios que fuma) se refiere
al sol central en el interior de la Tierra, que, al ser más pequeño y menos
brillante que el nuestro, parece “ahumado”. El libro cuenta la experiencia
verdadera de un padre e hijo escandinavos que, en su pequeño bote de pesca e
inmenso coraje, intentaron encontrar “la tierra más allá del viento del norte”,
ya que habían oído de su calidez y belleza. Una increíble tormenta de viento
los llevó la mayor parte del camino a través de la abertura polar hasta el
interior hueco de la tierra. Pasaron dos años allí y volvieron por la abertura
polar sur. El padre perdió la vida cuando un iceberg se partió en dos y
destruyó el bote.
El hijo fue rescatado. Pasó 24 años recluido por
demencia, como resultado de contar la historia de su experiencia a gente
incrédula. Cuando por fin le permitieron salir no volvió a contar la historia a
nadie. Después de 26 años como pescador ahorró suficiente dinero para viajar a
los Estados Unidos y establecerse en Illinois y, luego, en California.
Cuando tenía más de noventa años, por coincidencia,
Willis George Emerson se convirtió en su amigo y conoció la historia. Al morir,
le cedió los mapas que había hecho del interior de la tierra, y el manuscrito
que describía la experiencia. Se negó a mostrárselos a nadie mientras vivía,
debido a que, en el pasado, nadie le había creído y lo habían considerado
demente.
El libro, The Smoky God, que describe el
extraordinario viaje de Olaf Jansen al interior de la Tierra, se publicó en
1908. Cuenta sobre las personas que viven dentro de la Tierra, que él y su
padre conocieron durante su visita, y cuyo lenguaje aprendió. El contó que
vivían entre 400 y 800 años y que estaban muy adelantados en ciencia. Pueden
transmitir los pensamientos de una persona a otra por medio de formas de
radiación y tienen fuentes de mayor poder que la electricidad. Son creadores de
los platillos voladores, que están operados por ese extraordinario poder,
extraído del electromagnetismo de la atmósfera. Tienen una estatura de cuatro
metros o más.
Es increíble la semejanza entre los relatos de esta
visita y la otra, sin embargo las dos son independientes. Además, el tamaño
gigante de los seres humanos que habitan en el interior de la Tierra concuerda
con el de los animales que observó el Almirante Byrd (vio un animal semejante
al antiguo mamut durante su viaje de 2.740 kilómetros más allá del Polo Norte).
Más adelante en el libro, presentaremos la teoría de Marshall Gardner, de que
los mamuts hallados en el hielo, en realidad no son prehistóricos, sino
animales inmensos del interior de la tierra que fueron llevados a la superficie
por los ríos y luego congelados en el hielo formado por el agua que los
transporto.