Nuestro futuro robado, escrito por Theo Colborn,
Dianne Dumanoski y Pete Myers, reunió por primera vez las alarmantes evidencias
obtenidas en estudios de campo, experimentos de laboratorio y estadísticas
humanas, para plantear en términos científicos, pero accesibles para todos, el
caso de este nuevo peligro.
En 1962 el libro de
Rachel Carson Primavera silenciosa dio el primer aviso de que ciertos productos
químicos artificiales se habían difundido por todo el planeta, contaminando
prácticamente a todos los seres vivos hasta en las tierras vírgenes más
remotas. Aquel libro, que marcó un hito, presentó pruebas del impacto que
dichas sustancias sintéticas tenían sobre las aves y demás fauna silvestre.
Pero hasta ahora no se habían advertido las plenas
consecuencias de esta insidiosa invasión, que está trastornando el desarrollo sexual y la reproducción, no sólo de numerosas poblaciones animales, sino también de los seres humanos.
consecuencias de esta insidiosa invasión, que está trastornando el desarrollo sexual y la reproducción, no sólo de numerosas poblaciones animales, sino también de los seres humanos.
Nuestro futuro robado,
escrito por Theo Colborn, Dianne Dumanoski y Pete Myers, reunió por primera vez
las alarmantes evidencias obtenidas en estudios de campo, experimentos de
laboratorio y estadísticas humanas, para
plantear en términos científicos, pero accesibles para todos, el caso de este nuevo peligro. Comienza allí donde terminaba Primavera silenciosa, revelando las causas primeras de los síntomas que tanto alarmaron a Carson.
Basándose en décadas de investigación, los autores presentan un impresionante informe que sigue la pista de defectos congénitos, anomalías sexuales y fallos de reproducción en poblaciones silvestres,hasta su
origen: sustancias químicas que suplantan a las hormonas naturales, trastornando los procesos normales de reproducción y desarrollo.
plantear en términos científicos, pero accesibles para todos, el caso de este nuevo peligro. Comienza allí donde terminaba Primavera silenciosa, revelando las causas primeras de los síntomas que tanto alarmaron a Carson.
Basándose en décadas de investigación, los autores presentan un impresionante informe que sigue la pista de defectos congénitos, anomalías sexuales y fallos de reproducción en poblaciones silvestres,hasta su
origen: sustancias químicas que suplantan a las hormonas naturales, trastornando los procesos normales de reproducción y desarrollo.
Los autores de Nuestro
futuro robado repasan la investigación científica que relaciona estos problemas
con los "disruptores
endocrinos", estafadores químicos que dificultan la
reproducción de los adultos y amenazan con graves peligros a sus descendientes
en fase de desarrollo. Explican cómo estos contaminantes han llegado a
convertirse en parte integrante de nuestra economía industrial, difundiéndose
con asombrosa facilidad por toda la
biosfera, desde el Ecuador a los polos. Y estudian lo que podemos y debemos hacer para combatir este omnipresente peligro. Nuestro futuro robado, comoseñala Al Gore, vicepresidente de EE UU y autor del prólogo, es un libro de
importancia trascendental, que nos obliga a plantearnos nuevas preguntas acerca de las sustancias químicas sintéticas que hemos esparcido por toda la Tierra.
biosfera, desde el Ecuador a los polos. Y estudian lo que podemos y debemos hacer para combatir este omnipresente peligro. Nuestro futuro robado, comoseñala Al Gore, vicepresidente de EE UU y autor del prólogo, es un libro de
importancia trascendental, que nos obliga a plantearnos nuevas preguntas acerca de las sustancias químicas sintéticas que hemos esparcido por toda la Tierra.
Disruptores endocrinos
Un gran número de sustancias químicas artificiales
que se han vertido al medio ambiente, así como algunas naturales, tienen
potencial para perturbar el sistema endocrino de los animales, incluidos los
seres humanos. Entre ellas se encuentran las sustancias persistentes,
bioacumulativas y
organohalógenas que incluyen algunos plaguicidas(fungicidas, herbicidas e insecticidas) y lassustancias químicas industriales, otros productos sintéticos y algunos metales pesados.
organohalógenas que incluyen algunos plaguicidas(fungicidas, herbicidas e insecticidas) y lassustancias químicas industriales, otros productos sintéticos y algunos metales pesados.
Muchas poblaciones
animales han sido afectadas ya por estas sustancias. Entre las repercusiones
figuran la disfunción tiroidea en aves y peces; la disminución de la fertilidad
en aves, peces, crustáceos y mamíferos; la
disminución del éxito de la incubación en aves, peces y tortugas; graves deformidades de nacimiento en aves, peces y tortugas; anormalidades metabólicas en aves, peces y mamíferos; anormalidades de comportamiento en
aves; demasculinización y feminización de peces, aves y mamíferos machos; defeminización y masculinización de peces y aves hembras; y peligro para los sistemas inmunitarios en aves y mamíferos.
disminución del éxito de la incubación en aves, peces y tortugas; graves deformidades de nacimiento en aves, peces y tortugas; anormalidades metabólicas en aves, peces y mamíferos; anormalidades de comportamiento en
aves; demasculinización y feminización de peces, aves y mamíferos machos; defeminización y masculinización de peces y aves hembras; y peligro para los sistemas inmunitarios en aves y mamíferos.
Los disruptores
endocrinos interfieren en el funcionamiento del sistema hormonal
mediante alguno de estos tres mecanismos: suplantando a las hormonas naturales,
bloqueando su acción o aumentando o disminuyendo sus
niveles. Las sustancias químicas disruptoras endocrinas no son venenos clásicos ni carcinógenos típicos. Se atienen a reglas diferentes. Algunas sustancias químicas hormonalmente activas apenas parecen plantear riesgos de
cáncer.
niveles. Las sustancias químicas disruptoras endocrinas no son venenos clásicos ni carcinógenos típicos. Se atienen a reglas diferentes. Algunas sustancias químicas hormonalmente activas apenas parecen plantear riesgos de
cáncer.
En los niveles que se
encuentran normalmente en el entorno, las sustancias químicas disruptoras
hormonales no matan células ni atacan el ADN. Su objetivo son las hormonas, los
mensajeros químicos que se mueven constantemente dentro de la red de
comunicaciones del cuerpo. Las sustancias
químicas sintéticas hormonalmente activas son delincuentes de la autopista de la información biológica que sabotean comunicaciones vitales. Atracan a los mensajeros o los suplantan. Cambian de lugar lasseñales. Revuelven los
mensajes. Siembran desinformación. Causan toda clase de estragos. Dado que los mensajes hormonales organizan muchos aspectos decisivos del desarrollo, desde la diferenciación sexual hasta la organización del cerebro, las
sustancias químicas disruptoras hormonales representan un especial peligro antes del nacimiento y en las primeras etapas de la vida. Los disruptores endocrinos pueden poner en peligro la supervivencia de especies enteras, quizá a largo plazo incluso la especie humana.
químicas sintéticas hormonalmente activas son delincuentes de la autopista de la información biológica que sabotean comunicaciones vitales. Atracan a los mensajeros o los suplantan. Cambian de lugar lasseñales. Revuelven los
mensajes. Siembran desinformación. Causan toda clase de estragos. Dado que los mensajes hormonales organizan muchos aspectos decisivos del desarrollo, desde la diferenciación sexual hasta la organización del cerebro, las
sustancias químicas disruptoras hormonales representan un especial peligro antes del nacimiento y en las primeras etapas de la vida. Los disruptores endocrinos pueden poner en peligro la supervivencia de especies enteras, quizá a largo plazo incluso la especie humana.
Las pautas de los
efectos de los disruptores
endocrinos varían de una especie a otra y de una sustancia a
otra. Sin embargo, pueden formularse cuatro enunciados generales:
* Las sustancias químicas que preocupan pueden tener
efectos totalmente distintos sobre el embrión, el feto o el organismo perinatal
que sobre el adulto;
* Los efectos se manifiestan con mayor frecuencia en
las crías, que no en el progenitor expuesto;
* El momento de la exposición en el organismo en
desarrollo es decisivo para determinar su carácter y su potencial futuro;
* Aunque la exposición crítica tiene lugar durante el
desarrollo embrionario, las manifestaciones obvias pueden no producirse hasta
la madurez.
La especie humana
carece de experiencia evolutiva con estos compuestos sintéticos. Estos
imitadores artificiales de los estrógenos difieren en aspectos fundamentales de
los estrógenos vegetales. Nuestro organismo es capaz de descomponer y excretar
los imitadores naturales de los estrógenos, pero muchos de los compuestos
artificiales resisten los procesos normales de descomposición y se acumulan en el
cuerpo, sometiendo a humanos y animales a
una exposición de bajo nivel pero de larga duración. Esta pauta de exposición crónica a sustancias hormonales no tiene precedentes en nuestra historia evolutiva, y para adaptarse a este nuevo peligro harían falta milenios, no décadas.
una exposición de bajo nivel pero de larga duración. Esta pauta de exposición crónica a sustancias hormonales no tiene precedentes en nuestra historia evolutiva, y para adaptarse a este nuevo peligro harían falta milenios, no décadas.
La industria química
prefiere pensar que, puesto que ya existen en la naturaleza tantos estrógenos
naturales, como la soja, no hay por qué preocuparse por los compuestos químicos
sintéticos que interfieren con las hormonas. Sin embargo, es importante tener
en cuenta las diferencias que
existen entre los impostores hormonales naturales y los sintéticos. Los imitadores hormonales artificiales suponen un peligro mayor que los compuestos naturales, porque pueden persistir en el cuerpo durante años, mientras que los estrógenos vegetales se pueden eliminar en un día.
existen entre los impostores hormonales naturales y los sintéticos. Los imitadores hormonales artificiales suponen un peligro mayor que los compuestos naturales, porque pueden persistir en el cuerpo durante años, mientras que los estrógenos vegetales se pueden eliminar en un día.
Nadie sabe todavía qué
cantidades de las sustancias químicas disruptoras endocrinas son necesarias
para que representen un peligro para el ser humano. Los datos indican que podrían
ser muy pequeñas si la exposición tiene lugar antes del nacimiento. En el caso
de las dioxinas, los estudios
recientes han demostrado que la exposición a dosis ínfimas es peligrosa.
La mayoría de nosotros
portamos varios centenares de sustancias químicas persistentes en nuestro
cuerpo, entre ellas muchas que han sido identificadas como disruptores
endocrinos. Por otra parte, las portamos en concentraciones que multiplican por
varios millares los niveles naturales de
los estrógenos libres, es decir, estrógenos que no están enlazados por proteínas sanguíneas y son, por tanto, biológicamente activos.
los estrógenos libres, es decir, estrógenos que no están enlazados por proteínas sanguíneas y son, por tanto, biológicamente activos.
Se ha descubierto que
cantidades insignificantes de estrógeno libre pueden alterar el curso del
desarrollo en el útero; tan insignificantes como una décima parte por billón.
Las sustancias químicas disruptoras endocrinas pueden actuar juntas y
cantidades pequeñas, aparentemente insignificantes, de sustancias químicas
individuales, pueden tener un importante efecto acumulativo. El descubrimiento
de que puede haber sustancias químicas que alteran el sistema hormonal en
lugares inesperados, incluidos algunos
productos que se consideraban biológicamente inertes como los plásticos, ha puesto en entredicho las ideas tradicionales sobre la exposición.
productos que se consideraban biológicamente inertes como los plásticos, ha puesto en entredicho las ideas tradicionales sobre la exposición.
Efectos en los seres
humanos
Los seres humanos se han visto afectados por los
disruptores endocrinos. El efecto del DES (dietilestilbestrol), un agente
estrogénico, fue un claro aviso. El paradigma del cáncer es insuficiente porque
las sustancias químicas pueden causar graves efectos sanitarios distintos del
cáncer.
Causa gran
preocupación la creciente frecuencia de anormalidades genitales en los niños,
como testículos no descendidos (criptorquidia), penes sumamente pequeños e
hipospadias, un defecto en el que la uretra que transporta la orina no se
prolonga hasta el final del pene. En las zonas de
cultivo intensivo en la provincia de Granada, en donde se emplea el endosulfán y otros plaguicidas, se han registrado 360 casos de criptorquidias. Algunos estudios con animales indican que la exposición a sustancias químicas hormonalmente activas en el periodo prenatal o en la
edad adulta aumenta la vulnerabilidad a cánceres sensibles a hormonas, como los tumores malignos en mama, próstata, ovarios y útero.
cultivo intensivo en la provincia de Granada, en donde se emplea el endosulfán y otros plaguicidas, se han registrado 360 casos de criptorquidias. Algunos estudios con animales indican que la exposición a sustancias químicas hormonalmente activas en el periodo prenatal o en la
edad adulta aumenta la vulnerabilidad a cánceres sensibles a hormonas, como los tumores malignos en mama, próstata, ovarios y útero.
Entre los efectos de los disruptores endocrinos está
el aumento de los casos de cáncer de testículo y de endometriosis, una dolencia
en la cual el tejido que normalmente recubre el útero se desplaza misteriosamente
al abdomen, los ovarios, la vejiga o el intestino, provocando crecimientos que
causan dolor, copiosas hemorragias, infertilidad y otros problemas.
El signo más
espectacular y preocupante de que los disruptores endocrinos pueden haberse
cobrado ya un precio importante se encuentra en los informes que indican que la
cantidad y movilidad de los espermatozoides de los
varones ha caído en picado en el último medio siglo. El estudio inicial, realizado por un equipo danés encabezado por el doctor Niels Skakkebaek y publicado en el Bristish Medical Journal en septiembre de 1992, descubrió
que la cantidad media de espermatozoides masculinos había descendido un 45 por ciento, desde un promedio de 113 millones por mililitro de semen en 1940 a sólo 66 millones por mililitro en 1990. Al mismo tiempo, el volumen del
semen eyaculado había descendido un 25 por ciento, por lo que el descenso real de los espermatozoides equivalía a un 50 por ciento. Durante este periodo se había triplicado el número de hombres que tenían cantidades extremadamente bajas de espermatozoides, del orden de 20 millones por
mililitro. En España se ha pasado de una media de 336 millones de espermatozoides por eyaculación en 1977 a 258 millones en 1995. El descenso amenaza la capacidad fertilizadora masculina. De continuar la tendencia
actual, dentro de 50 años los hombres podrían ser incapaces de reproducirse de forma natural, teniendo que depender de las técnicas de inseminación artificial o de la fecundación in vitro.
varones ha caído en picado en el último medio siglo. El estudio inicial, realizado por un equipo danés encabezado por el doctor Niels Skakkebaek y publicado en el Bristish Medical Journal en septiembre de 1992, descubrió
que la cantidad media de espermatozoides masculinos había descendido un 45 por ciento, desde un promedio de 113 millones por mililitro de semen en 1940 a sólo 66 millones por mililitro en 1990. Al mismo tiempo, el volumen del
semen eyaculado había descendido un 25 por ciento, por lo que el descenso real de los espermatozoides equivalía a un 50 por ciento. Durante este periodo se había triplicado el número de hombres que tenían cantidades extremadamente bajas de espermatozoides, del orden de 20 millones por
mililitro. En España se ha pasado de una media de 336 millones de espermatozoides por eyaculación en 1977 a 258 millones en 1995. El descenso amenaza la capacidad fertilizadora masculina. De continuar la tendencia
actual, dentro de 50 años los hombres podrían ser incapaces de reproducirse de forma natural, teniendo que depender de las técnicas de inseminación artificial o de la fecundación in vitro.
La exposición prenatal
a sustancias químicas imitadoras de hormonas puede estar exacerbando también el
problema médico más común que afecta a los hombres al envejecer: el crecimiento
doloroso de la glándula prostática, que dificulta la excreción de orina y a
menudo requiere intervención quirúrgica. En los países occidentales, el 80 por
ciento de los hombres muestran signos de esta dolencia a los 70 años, y el 45
por ciento de los hombres padecen un
grave crecimiento de la glándula. En las dos últimas décadas se ha producido un espectacular aumento de esta dolencia.
grave crecimiento de la glándula. En las dos últimas décadas se ha producido un espectacular aumento de esta dolencia.
La experiencia del DES
y los estudios con animales sugieren también una vinculación entre las
sustancias químicas disruptoras endocrinas y varios problemas de reproducción
en las mujeres, especialmente abortos, embarazos ectópicos y endometriosis. La
endometriosis afecta hoy a cinco millones de mujeres estadounidenses. A
principios de siglo la endometriosis era una enfermedad prácticamente
desconocida. Las mujeres que padecen endometriosis tienen niveles más elevados
de PCBs en la sangre que
las mujeres que no la padecen. Diferentes estudios coinciden en señalar que
entre el 60 y el 70
por ciento de los embarazos se malogran en la fase embrionaria inicial y otro 10 por ciento termina en las primeras semanas por un aborto espontáneo.
por ciento de los embarazos se malogran en la fase embrionaria inicial y otro 10 por ciento termina en las primeras semanas por un aborto espontáneo.
Pero la tendencia
sanitaria más alarmante con diferencia para las mujeres es la creciente tasa de
cáncer de mama, que es el cáncer femenino más común. Desde 1940, en los albores
de la era química, las muertes por cáncer de mama
han aumentado en EE UU en un 1 por ciento anual, y se ha informado de incrementos semejantes en otros países industrializados.
han aumentado en EE UU en un 1 por ciento anual, y se ha informado de incrementos semejantes en otros países industrializados.
Industria química
Nuestro futuro robado
abre un nuevo horizonte, que muy probablemente concluya con nuevos tratados
internacionales, al igual que sucedió con los
CFCs que agotan la capa de ozono, y a pesar de la oposición de las industrias químicas. Actualmente pueden encontrarse en el mercado unas 100.000 sustancias químicas sintéticas. Cada año se introducen 1.000 nuevas
sustancias, la mayoría sin una verificación y revisión adecuadas. En el mejor de los casos, las instalaciones de verificación existentes en el mundo pueden someter a prueba únicamente a 500 sustancias al año. En realidad, sólo una pequeña parte de esta cifra es sometida realmente a prueba. Ya se han identificado 51 productos químicos que alteran el sistema hormonal, perose desconocen los posibles efectos hormonales de la gran mayoría. Uno de los aspectos más inquietantes de los disruptores endocrinos es que algunos de
sus efectos se producen con dosis muy bajas.
CFCs que agotan la capa de ozono, y a pesar de la oposición de las industrias químicas. Actualmente pueden encontrarse en el mercado unas 100.000 sustancias químicas sintéticas. Cada año se introducen 1.000 nuevas
sustancias, la mayoría sin una verificación y revisión adecuadas. En el mejor de los casos, las instalaciones de verificación existentes en el mundo pueden someter a prueba únicamente a 500 sustancias al año. En realidad, sólo una pequeña parte de esta cifra es sometida realmente a prueba. Ya se han identificado 51 productos químicos que alteran el sistema hormonal, perose desconocen los posibles efectos hormonales de la gran mayoría. Uno de los aspectos más inquietantes de los disruptores endocrinos es que algunos de
sus efectos se producen con dosis muy bajas.
Las normas actuales que regulan la comercialización de
productos químicos sintéticos se han desarrollado sobre la base del riesgo de
cáncer y de graves taras de nacimiento y calculan estos riesgos a un varón
adulto de unos 70 kilogramos de peso. No toman en consideración la
vulnerabilidad especial de los niños antes del nacimiento y en las primeras
etapas de vida, y los efectos en el sistema hormonal. Las normas oficiales y
los métodos de prueba de la toxicidad evalúan actualmente cada sustancia
química por sí misma. En el mundo real, encontramos complejas mezclas de
sustancias químicas. Nunca hay una sola. Los estudios científicos muestran con
claridad que las sustancias químicas pueden interactuar o pueden actuar juntas
para producir un efecto superior al que producirían individualmente (sinergia).
Las leyes actuales ignoran estos efectos aditivos o interactivos.
Los fabricantes
utilizan las leyes sobre secretos comerciales para negar al público el acceso a
la información sobre la composición de sus productos. En tanto los fabricantes
no coloquen unas etiquetas completas en sus productos,
los consumidores no tendrán la información que necesitan para protegerse de productos hormonalmente activos. En algunos casos, las sustancias químicas pueden descomponerse en sustancias que plantean un peligro mayor que la sustancia química original.
los consumidores no tendrán la información que necesitan para protegerse de productos hormonalmente activos. En algunos casos, las sustancias químicas pueden descomponerse en sustancias que plantean un peligro mayor que la sustancia química original.
La industria química
trata de desacreditar las conclusiones de Nuestro futuro robado, al igual que
hasta hace poco hizo con los CFCs, o como las campañas de la industria del
tabaco negando la relación entre el hábito de fumar y el cáncer de pulmón. La
Chemical Manufacturers Association, entidad que agrupa a las mayores
multinacionales de la industria química, el Chlorine Chemistry Council, el
American Plastics Council, la Society of the Plastics Industry y la American
Crop Protection Association (los grandes
fabricantes de plaguicidas), han recolectado grandes cantidades de dinero entre sus asociados para lanzar una campaña contra el libro Nuestro futuro robado. Cuando en 1962 se publicó el libro de Rachel Carson Primavera
silenciosa (Silent Spring), la revista de la Chemical Manufacturers Association tituló la reseña del libro "Silence, Miss Carson". La industria del cloro, agrupada en el Chlorine Council, que agrupa a empresas como DuPont, Dow, Oxychem y Vulcan, gasta anualmente en Estados Unidos 150 millones de dólares (más de 20 mil millones de pesetas) en campañas de imagen y de intoxicación informativa. En España la empresa encargada por los fabricantes de PVC de intoxicar a la opinión pública es la Burson-Marsteller.
fabricantes de plaguicidas), han recolectado grandes cantidades de dinero entre sus asociados para lanzar una campaña contra el libro Nuestro futuro robado. Cuando en 1962 se publicó el libro de Rachel Carson Primavera
silenciosa (Silent Spring), la revista de la Chemical Manufacturers Association tituló la reseña del libro "Silence, Miss Carson". La industria del cloro, agrupada en el Chlorine Council, que agrupa a empresas como DuPont, Dow, Oxychem y Vulcan, gasta anualmente en Estados Unidos 150 millones de dólares (más de 20 mil millones de pesetas) en campañas de imagen y de intoxicación informativa. En España la empresa encargada por los fabricantes de PVC de intoxicar a la opinión pública es la Burson-Marsteller.
Treinta y cinco años después la misma industria que
casi acaba con el ozono, que ocasionó el accidente de Bhopal y que fabrica
miles de sustancias tóxicas, se enfrenta al desafío de Nuestro futuro robado.
Las empresas Burson-Marsteller, Edelman y Hill & Knowlton, dedicadas al
lavado de imagen de la industria del tabaco, de dictadores, del PVC y de
empresas contaminantes, muchas de ellas del sector químico, realizan campañas
de intoxicación contra los científicos, periodistas y las organizaciones no
gubernamentales, tratando de impedir, o al menos reducir, los efectos de libros
como Nuestro futuro robado y decenas de estudios científicos,informes y
artículos sobre los efectos de las sustancias químicas que actúan como
disruptores endocrinos.
Una buena prueba de lo
acertadas que son las conclusiones del libro Nuestro futuro robado es que el
gobierno de Estados Unidos gastó de 20 a 30 millones de dólares en 400
proyectos para analizar los efectos de las sustancias
químicas en el sistema endocrino. El objetivo de la Agencia de Medio Ambiente (EPA) de EE UU es desarrollar toda una estrategia para investigar y someter a prueba 600 plaguicidas y 72.000 sustancias químicas sintéticas de uso comercial en Estados Unidos, al objeto de analizar sus efectos como
posibles disruptores endocrinos. La National Academy of Sciences de Estados Unidos ha emprendido un amplio estudio para profundizar en los peligros de los disruptores endocrinos. Raro es el mes que no se publica algún artículo
en las más prestigiosas revistas científicas confirmando y profundizando los peligros de las sustancias químicas.
químicas en el sistema endocrino. El objetivo de la Agencia de Medio Ambiente (EPA) de EE UU es desarrollar toda una estrategia para investigar y someter a prueba 600 plaguicidas y 72.000 sustancias químicas sintéticas de uso comercial en Estados Unidos, al objeto de analizar sus efectos como
posibles disruptores endocrinos. La National Academy of Sciences de Estados Unidos ha emprendido un amplio estudio para profundizar en los peligros de los disruptores endocrinos. Raro es el mes que no se publica algún artículo
en las más prestigiosas revistas científicas confirmando y profundizando los peligros de las sustancias químicas.
El mercado mundial de
plaguicidas representó unos 2 millones de toneladas en 1999, e incluía 1.600
sustancias químicas. El consumo mundial continúa creciendo. Los plaguicidas son
una clase especial de sustancias químicas por cuanto son biológicamente activas
por diseño y se dispersan intencionadamente en el entorno. Hoy en día se usan
en Estados Unidos 30 veces más plaguicidas sintéticos que en 1945. En este
mismo periodo, el
poder biocida por kilogramo de las sustancias químicas se ha multiplicado por 10. El 35 por ciento de los alimentos consumidos tienen residuos de plaguicidas detectables. Los métodos de análisis, sin embargo, sólo detectan un tercio de los más de 600 plaguicidas en uso. La contaminación de los
alimentos por plaguicidas es a menudo muy superior en los países en desarrollo.
poder biocida por kilogramo de las sustancias químicas se ha multiplicado por 10. El 35 por ciento de los alimentos consumidos tienen residuos de plaguicidas detectables. Los métodos de análisis, sin embargo, sólo detectan un tercio de los más de 600 plaguicidas en uso. La contaminación de los
alimentos por plaguicidas es a menudo muy superior en los países en desarrollo.
Recuperar Nuestro
futuro robado
Defendernos de este
riesgo requiere la acción en varios frentes con la intención de eliminar las
nuevas fuentes de disrupción endocrina y minimizar la exposición a
contaminantes que interfieren el sistemahormonal y que
ahora están en el ambiente. Para ello se requerirá mayor investigación científica; rediseño de las sustancias químicas, de los procesos de producción y de los productos por las empresas; nuevas políticas gubernamentales; y esfuerzos personales para protegernos a nosotros y a nuestras familias. La agricultura ecológica, sin plaguicidas y otras
sustancias químicas, es una alternativa sostenible y viable.
ahora están en el ambiente. Para ello se requerirá mayor investigación científica; rediseño de las sustancias químicas, de los procesos de producción y de los productos por las empresas; nuevas políticas gubernamentales; y esfuerzos personales para protegernos a nosotros y a nuestras familias. La agricultura ecológica, sin plaguicidas y otras
sustancias químicas, es una alternativa sostenible y viable.
Con 100.000 sustancias
químicas sintéticas en el mercado en todo el mundo y 1.000 nuevas sustancias
más cada año, hay poca esperanza de descubrir su suerte en los ecosistemas o
sus efectos para los seres humanos y otros seres vivos hasta que el daño está
hecho. Es necesario reducir el número de sustancias químicas que se usan en un
producto determinado y fabricar y comercializar sólo las sustancias químicas
que puedan detectarse fácilmente
con la tecnología actual y cuya degradación en el medio ambiente se conozca.
con la tecnología actual y cuya degradación en el medio ambiente se conozca.
Estas sustancias no han alterado la huella genética
básica que subyace a nuestra humanidad. Elimínense los disruptores de la madre
y del útero y los mensajes químicos que guían el desarrollo podrán llegar de
nuevo sin obstáculos. Pero la protección de la próxima generación de los
disruptores endocrinos requerirá una vigilancia de años e incluso décadas,
porque las dosis que llegan al feto dependen no sólo de lo que ingiere la madre
durante el embarazo, sino también de los contaminantes persistentes acumulados
en la grasa corporal hasta ese momento de su vida. Las mujeres transfieren esta
reserva química acumulada durante décadas a sus hijos durante la gestación y
durante la lactancia.
El sistema actual da
por supuesto que las sustancias químicas son inocentes hasta que se demuestre
lo contrario. El peso de la prueba debe actuar del modo contrario, porque el
enfoque actual, la presunción de inocencia, una y
otra vez ha hecho enfermar a las personas y ha dañado a los ecosistemas. Las pruebas que surgen sobre las sustancias químicas hormonalmente activas deben utilizarse para identificar a aquellas que plantean el mayor riesgo y para
eliminarlas del mercado. Cada nuevo producto debe someterse a esta prueba antes de que se le permita salir al mercado. La evaluación del riesgo se utiliza ahora para mantener productos peligrosos en el mercado hasta que se
demuestre que son culpables. Las políticas internacionales y nacionales se deben basar en el principio de precaución.
otra vez ha hecho enfermar a las personas y ha dañado a los ecosistemas. Las pruebas que surgen sobre las sustancias químicas hormonalmente activas deben utilizarse para identificar a aquellas que plantean el mayor riesgo y para
eliminarlas del mercado. Cada nuevo producto debe someterse a esta prueba antes de que se le permita salir al mercado. La evaluación del riesgo se utiliza ahora para mantener productos peligrosos en el mercado hasta que se
demuestre que son culpables. Las políticas internacionales y nacionales se deben basar en el principio de precaución.
Una política adecuada
para reducir la amenaza de las sustancias químicas que alteran el sistema
hormonal requiere la prohibición inmediata de plaguicidas
como el endosulfán y el metoxicloro, fungicidas como la vinclozolina, herbicidas como la atrazina, losalquilfenoles, los ftalatos y el bisfenol-A. Para evitar la generación de dioxinas se requiere la eliminación progresiva del PVC, el percloroetileno, todos los plaguicidas clorados, el
blanqueo de la pasta de papel con cloro y la incineración de de residuos.
como el endosulfán y el metoxicloro, fungicidas como la vinclozolina, herbicidas como la atrazina, losalquilfenoles, los ftalatos y el bisfenol-A. Para evitar la generación de dioxinas se requiere la eliminación progresiva del PVC, el percloroetileno, todos los plaguicidas clorados, el
blanqueo de la pasta de papel con cloro y la incineración de de residuos.
Sustancias químicas de
efectos disruptores sobre el sistema endocrino
Entre las sustancias químicas de efectos disruptores
sobre el sistema endocrino figuran:
* las dioxinas y furanos,
que se generan en la producción de cloro y compuestos clorados, como el PVC o
los plaguicidas organoclorados, el blanqueo con cloro de la pasta de papel y la
incineración de residuos.
* los PCBs, actualmente
prohibidos. Las concentraciones en tejidos humanos han permanecido constantes
en los últimos años aun cuando la mayoría de los países industrializados
pusieron fin a la producción de PCBs hace más de una década, porque dos tercios
de los PCBs producidos en todas las épocas continúan en uso en transformadores
u otros equipos eléctricos y, por consiguiente, pueden ser objeto de liberación
accidental. A medida que van ascendiendo en la cadena alimentaria, la
concentración de PCBs en los tejidos animales puede aumentar hasta 25 millones
de veces.
* numerosos plaguicidas, algunos prohibidos y otros
no, como el DDT y sus productos de degradación, el lindano, el metoxicloro
(autorizado en España), piretroides sintéticos, herbicidas de triazina, kepona,
dieldrín, vinclozolina, dicofol y clordano, entre otros.
* el plaguicida endosulfán, de amplio uso en la
agricultura española, a pesar de estar prohibido en numerosos países.
* el HCB (hexaclorobenceno), empleado en síntesis
orgánicas, como fungicida para el tratamiento de semillas y como preservador de
la madera.
* los ftalatos, utilizados en la
fabricación de PVC. El 95 por ciento del DEHP (di(2etilexil)ftalato) se emplea
en la fabricación del PVC.
* los alquilfenoles,
antioxidantes presentes en el poliestireno modificado y en el PVC, y como
productos de la degradación de los detergentes. El p-nonilfenol pertenece a la
familia de sustancias químicas sintéticas llamadas alquilfenoles. Los
fabricantes añaden nonilfenoles al
poliestireno y al cloruro de polivinilo (PVC), como antioxidante para que estos plásticos sean más estables y menos frágiles. Un estudio descubrió que la industria de procesamiento y envasado de alimentos utilizaba PVC que
contenían alquilfenoles. Otro informaba del hallazgo de contaminación por nonilfenol en agua que había pasado por cañerías de PVC. La descomposición de sustancias químicas presentes en detergentes industriales, plaguicidas y productos para el cuidado personal pueden dar origen asimismo a nonilfenol.
poliestireno y al cloruro de polivinilo (PVC), como antioxidante para que estos plásticos sean más estables y menos frágiles. Un estudio descubrió que la industria de procesamiento y envasado de alimentos utilizaba PVC que
contenían alquilfenoles. Otro informaba del hallazgo de contaminación por nonilfenol en agua que había pasado por cañerías de PVC. La descomposición de sustancias químicas presentes en detergentes industriales, plaguicidas y productos para el cuidado personal pueden dar origen asimismo a nonilfenol.
* el bisfenol-A, de amplio uso
en la industria agroalimentaria (recubrimiento interior de los envases
metálicos de estaño) y por parte delos dentistas (empastes dentarios). Uno de
los investigadores pioneros sobre
los efectos del bisfenol-A es el médico español Nicolás Olea. www.ecoportal.net
los efectos del bisfenol-A es el médico español Nicolás Olea. www.ecoportal.net
Referencias
* T. Colborn,
Dianne Dumanoski, y John Peterson Myers",Our Stolen Future" (New
York: Penguin Books, 1996). Edición en castellano: Nuestro futuro
robado, de Theo Colborn, Dianne Dumanoski y Pete Myers (1997); Ecoespaña y
Gaia-Proyecto 2050, Madrid.
* T. Colborn y
C. Clement, eds.(1992). "Chemically Induced Alterations in Sexual and
Functional Development: The Wildlie-Human Connection", Princeton
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