Adolf Hitler
·
En
menos de 3 horas fueron literalmente freídos más de 300.000 Alemanes en la
Ciudad Hospital, Ciudad de Refugiados, Ciudad Abierta, Ciudad INDEFENSA de
Dresde, 4.000 TONELADAS de Democracia & Libertad en forma de bombas
incendiarias, de fósforo y de alto explosivo fueron las que provocaron la
LIMPIEZA ÉTNICA & el HOLOCAUSTO más rápido de la historia.
Ilya Ehrenburg, jefe
de propaganda del ejército soviético
“Si no pueden matar a un alemán con una
bala, mátenlo con la bayoneta. Si hay calma en su parte del frente o esperar la
lucha, maten un alemán mientras tanto. Si ustedes dejan a Alemania viva, los
alemanes colarán a los rusos y violarán a las rusas. Si matan un alemán maten a
otro –no hay nada más divertido para nosotros (los judios) que un puñado
de cadáveres alemanes. No cuenten los días ni los kilómetros,
cuenten solo el número de alemanes muertos por ustedes. Maten al alemán –esa es
la solicitud de sus abuelas ¡maten a los alemanes!- esa es la oración de sus
niños. ¡Maten a los alemanes! –su patria les pide. No fallen, no desistan
¡Maten!”
– Ilya Ehrenburg
(judío), Julio 7 de 1942.
El puñado de cadáveres
alemanes luego del terrorista bombardeo a Dresde, el Sr. Ehrenburg debe estar
complacido
Holocausto = olokaustos (ὁλόκαυστος:
de ὁλον, ‘completamente’, y καυστος, ‘quemado’), en pocas palabras destrucción
por fuego. El holocausto fue ALEMÁN, NO judío.
Los criminales bombardeos de Dresde también conocidos como la Masacre de
Dresde, se llevaron a cabo hacia el final de la Segunda Guerra Mundial por
parte de la Real Fuerza Aérea de Gran Bretaña y la Fuerza Aérea de los Estados
Unidos. Con esos dos nombres se suele hacer referencia a los cuatro ataques
aéreos consecutivos que se realizaron entre el 13 y el 15 de febrero de 1945,
apenas doce semanas antes de la capitulación de Alemania.
BOMBAS
INCENDIARIAS
Durante los mismos,
entraron en acción la increíble cifra de más de mil bombarderos pesados, que
dejaron caer sobre la “Florencia del Elba” cerca de 4.000 toneladas de bombas
altamente explosivas y dispositivos incendiarios, arrasando gran parte de la
ciudad y desencadenando una tormenta de fuego que consumió el centro histórico
de la misma.
El segundo ataque,
mayormente con bombas incendiarias de termita, se programó para tres horas más
tarde de modo tal que los bomberos (que arribarían también de otras ciudades
para apagar el fuego) resultasen víctimas del ataque. No hubo ninguna oposición
en absoluto. Ningún caza alemán y ningún fuego antiaéreo.
Antes del alba, se
produjo un tercer ataque con casi 150 mil bombas incendiarias y bidones de
fósforo, para activar la horrorosa pira. Los cazas escoltas tenían la
instrucción de descender al nivel de los tejados y barrer “blancos de
oportunidad”. Abrieron fuego sobre masas de gente que atestaban las rutas fuera
de Dresden y sobre cualquier cosa visible. Un grupo de niños, del famoso coro
de la Iglesia de Kreuzkirche, fue masacrado en la calle del zoológico.
Prisioneros de guerra británicos, que habían sido puestos en libertad ya que
sus campos de internación estaban ardiendo, fueron ametrallados también.
CIUDAD
ABIERTA
Dresde (Dresden, en
alemán) era una ciudad de Alemania ubicada a 120 km. del frente del Este y
albergaba a 800 mil refugiados que huían del avance soviético de Zhukov.
Dresden, la hermosa y culta capital de Sajonia, fue declarada durante la
Segunda Guerra Mundial, como ciudad abierta, ciudad blanca, ciudad hospital, es
decir, no albergaba tropas, ni poseía fábricas de guerra, ni objetivos
militares de ninguna clase. No poseía siquiera artillería antiaérea, pues había
sido llevada al frente del Oder.
El número de víctimas
varía enormemente en función de la fuente, pero la línea mantenedora de la
historia oficial, lo sitúa entre 18.000 y 35.000 muertos. Por su parte, otros
sectores, como la revista bimensual The Barnes Review o el historiador
revisionista David Irving manejan cifras de hasta por encima de los 200.000
fallecidos.
El bombardeo de Dresde
sigue siendo uno de los episodios más infames de la Segunda Guerra Mundial. En
la actualidad ya no hay ninguna duda de que la capital sajona no era un
objetivo de interés estratégico tal y como aseguran fuentes militares Aliados.
Al contrario, el bombardeo fue una represalia desproporcionada e
indiscriminada, o incluso si pudo tratarse de un crimen de guerra.
TRASFONDO
Y FINES DEL ATAQUE AÉREO
A principios del año
1945, cuando el final de la guerra ya estaba cerca, los aliados acordaron
realizar un golpe decisivo en la guerra contra Alemania. Los países
occidentales habían alcanzado en noviembre de 1944 el río Rin, el ejército
soviético había penetrado a finales de enero en la región del Gran Berlín
atravesando el río Óder y por el Sur se disponía a la conquista de Silesia.
Desde el Este, millones de refugiados llegaban a Alemania Central. Unidades
aisladas del ejército alemán intentaban reagruparse de alguna forma a lo largo
del variable frente, mientras el ejército soviético se preparaba en febrero y
marzo para lanzar el ataque final sobre Berlín. Por el Oeste el proyecto de los
Aliados consistía en llegar a la cuenca del Ruhr.
Por aquellas fechas la
clara superioridad aérea del ejército aliado se utilizaba para preparar un
ataque decisivo que permitiera la ocupación de Alemania. Las ofensivas se
desarrollaban en todos los frentes, dirigidas a objetivos militares, de
comunicación, administrativos y a lugares esenciales de producción, así como a
minar la moral de la población. Con este fin, en los últimos meses de la guerra
se llevaron a cabo incontables bombardeos sobre las ciudades alemanas, tanto
grandes como pequeñas, hasta dejar algunas de ellas convertidas en escombros.
Durante el verano de
1944, el alto mando aliado ya había barajado la posibilidad de atacar por aire
las ciudades del este de Alemania bajo el nombre en clave de Operation
Thunderclap, pero el proyecto se había archivado el 16 de agosto. En enero de
1945, la Oficina de Inteligencia británica decidió reabrir la operación, al
considerar que el ejército alemán podría cambiar la posición de 42 divisiones
en el Frente Oriental. De este modo, la Royal Air Force modificó sus planes y
Dresde, junto con Berlín, Chemnitz y Leipzig, se convirtió en un objetivo
militar de primer orden.
En la Conferencia de
Yalta, que tuvo lugar del 4 al 11 de febrero de 1945, los aliados, a petición
de los soviéticos, acordaron llevar a cabo nuevos ataques aéreos en la zona
oriental y por lo tanto sobre Dresde. Tenían que acabar con un nudo de
comunicaciones y un centro productivo de primer orden situado en la retaguardia
del Frente Oriental para impedir en lo posible la reubicación de tropas y la
llegada de refuerzos a la vanguardia. Al mismo tiempo, los bombardeos tenían el
propósito de evitar que el Ejército Rojo sufriese contraataques que demorasen
su avance.
BOMBARDEO
INÚTIL
El informe que la RAF
distribuyó a sus pilotos la noche del ataque decía lo siguiente:
“Dresde, la séptima ciudad más grande de Alemania y no
mucho menor que Manchester, es también el área urbanizada sin bombardear más
extensa que tiene el enemigo. En pleno invierno, con refugiados esplazándose en
masa hacia el oeste y tropas que necesitan descanso, los tejados escasean, no
sólo para dar cobijo a trabajadores, refugiados y tropas por igual, sino para
albergar los servicios administrativos que se han desplazado desde otras zonas.
Antaño famosa por sus porcelanas, Dresde se ha convertido en una ciudad
industrial de importancia prioritaria. […] Las intenciones del ataque son
golpear al enemigo donde más lo sienta, en la retaguardia de un frente a punto
de desmoronarse […] y enseñar a los rusos cuando lleguen de lo que es capaz el
Comando de Bombarderos de la RAF
– Ross, Strategic Bombing by the United States in World War II, McFarland
2003, pág. 180.Y Longmate, The Bombers, Hutchins 1983, pág. 333.
Curiosamente, las
principales zonas industriales de la periferia, que tenían una extensión
enorme, no fueron bombardeadas. Y si, las zonas centrales repletas de civiles
inocentes. De acuerdo con Donald Miller:
“El trastorno económico habría sido mucho mayor si el
Comando de Bombarderos se hubiese fijado como objetivo las áreas del
extrarradio donde se concentraba la mayor parte de la capacidad industrial de
Dresde”. Otros académicos sostienen que, en cualquier caso, “las plantas
industriales de Dresde ya no desempeñaban un papel significativo en la
industria militar alemana en esta fase de la guerra”. En la misma línea, el punto
de vista revisionista reconoce que gran parte de las industrias estaban
alejadas de la zona que fue bombardeada y que no constituía de ningún modo un
objetivo “industrial, estratégico o militar de primer orden”.
– Irving, The Destruction of Dresden (re-edición 2006), p. 73 en adelante.
SIETE
DÍAS
Dresde ardió durante
siete días, de acuerdo al diario de un prisionero de guerra inglés que se
hallaba allí. Durante varios días después del ataque, Dresde se mantuvo
cubierta por una niebla de humo y hollín. Y una constante lluvia de cenizas,
húmedas y negras, cayó sobre la campiña circundante.
De toda la provincia
partieron inmediatamente convoyes transportando provisiones. En la ciudad los
esperaban escenas increíblemente macabras. Dos trenes, repletos de niños
evacuados, habían recibido impactos directos. Los cuerpos de los pequeños se
hallaban apilados, en montículos, en el patio de la estación. Seiscientos
refugiados, que habían buscado cobertura en el sótano abovedado de la estación,
resultaron muertos. Cien de ellos murieron quemados vivos por las bombas
incendiarias y el resto pereció asfixiado por las emanaciones y el humo.
De los 19 hospitales más importantes de Dresde, 16 resultaron dañados y 3
totalmente destruídos. En la escuela de Vitzhum, que estaba siendo usada como
hospital de emergencia, sólo 200 de los 500 pacientes resultaron evacuados a
tiempo. Los 300 sin evacuar murieron en sus lechos. En la maternidad de
Johannstadt resultaron muertas 200 personas, pero sufrieron tantas y tan
horribles mutilaciones que sólo 138 pudieron ser identificadas. Muchas de las
víctimas estaban tan achicharradas y carbonizadas que, literalmente, hubo que
despegarlas del asfalto derretido y palear sus restos. Muchos cuerpos habían
quedado reducidos por el fuego a menos de la mitad de su tamaño normal.
Desde el fin de la
guerra el número de fallecidos en el bombardeo de Dresde ha sido objeto de
constante revisión por parte de la comunidad académica. Las cifras exactas son
difíciles de determinar. Los cálculos cuentan con la dificultad añadida de que,
la ciudad, que en 1939 tenía una población de 642.000 habitantes, estaba en el
momento del bombardeo atestada con cerca de 200.000 refugiados y miles de
soldados heridos.
El nacionalismo alemán
defiende la cifra del cuarto de millón de muertos, como en el artículo de
Thomas Brehl, político y cofundador de la organización Kampfbund Deutscher
Sozialisten. Esta es una cantidad superior inclusive a las de otros bombardeos
aliados contra ciudades del Eje, como Tokio (100.000 muertos) o el Bombardeo de
Hamburgo (Operación Gomorra) de casi 40.000 muertos.
Es un lugar común, de ámbito y vigencia prácticamente
universal, que cuando se alude a grandes desastres sufridos por las poblaciones
civiles en el transcurso de la II Guerra Mundial, inmediatamente, en el
subconsciente de la gran mayoría de las gentes, se recuerdan los nombres de las
dos ciudades japonesas, Hiroshima y Nagasaki, que fueron blancos inocentes,
gratuitos y estúpidos de las bombas atómicas que mandó lanzar sobre ellas el
presidente americano Harry Salomon Schippe Truman (Ver: Bombardeos atómicos
sobre Hiroshima y Nagasaki).
Desgraciadamente, los devastadores efectos de los dos
criminales bombardeos sobre aquellas ciudades japonesas fueron superados, de
una sola tacada, por uno de los personajes más injustamente prestigiosos de la
Historia moderna: el Honorable Sir Winston Churchill, que ordenó el bombardeo
de Dresde.
En aquella hermosa ciudad de Sajonia, antaño
denominada “la Florencia del Norte”, el día 13 de febrero de 1945, los aviones
Aliados, ingleses y norteamericanos, bombardearon repetidamente la ciudad hasta
destruirla por completo. No contentos con ello, el siguiente día, 14 de
febrero, los cazas descendieron para ametrallar todo lo que aún se movía; ni
los animales del zoológico se libraron de la vesania de los “Cruzados de la
Democracia”.
Según los cálculos del Jefe de la Policía de la
ciudad, hubo más de un cuarto de millón de muertos, es decir, casi unos
cincuenta mil más que en las dos ciudades japonesas víctimas del bombardeo
nuclear. Esa cifra fue confirmada por el escritor inglés F. J. P. Veale. En
cualquier caso, se hizo muy difícil evaluar el número de muertos ya que, aparte
de los civiles —mujeres, ancianos y niños que residían en la ciudad—, no se
podrá calcular nunca con cierta exactitud el número de decesos, pues entre los
que murieron calcinados hubieron muchísimos civiles recién llegados de los
territorios del Este de Alemania que huían ante el avance del Ejército Rojo que
cruzaba en esos días las fronteras del Reich a sangre y fuego (Ver: Expulsión
de alemanes tras la Segunda Guerra Mundial). Dresde era una ciudad sin ningún
objetivo militar digno de mencionar, ni ninguna industria importante que ni
remotamente pudiera utilizarse para fines bélicos. Era, prácticamente, una
ciudad-hospital, y —por así decirlo— una base de tránsito para el transporte de
prisioneros (de hecho fallecieron en el bombardeo cientos de aviadores
británicos y norteamericanos que trabajaban en la ciudad) y de civiles
evacuados que buscaban refugio en la ciudad ante el avance de las tropas
soviéticas.
En realidad, el caso de Dresde sólo es único por su
magnitud. Hubo centenares, miles de bombardeos que —aunque calificados por la
propaganda bélica británica de “strategical bombing” — no tenían otro objetivo
que tratar de minar la moral de la población alemana y forzar, de manera
particularmente torticera, la rendición del III Reich.
En el libro que tienes en tus manos, lector amigo,
podrás ver, en facsímil, el documento secreto, desclasificado recientemente,
dirigido por el General Ismay, de la R.A.F., al Primer Ministro Churchill,
desaconsejándole, por inútil, costoso e inhumano, el llamado bombardeo
estratégico, que otros ingleses, como el Comodoro del Aire, MacLean y el citado
historiador F.J.P. Veale, calificaron de bombardeos “terroristas”.
Churchill fue desmentido por sus propios subordinados
militares. Y lo más grave, es que la excusa de que el bombardeo de Dresde había
sido solicitado por los soviéticos para facilitar su progresión en territorio
alemán también fue desmentida por los propios servicios del “Viejo Tío Joe”,
como llamaban Churchill y su compadre Roosevelt al sanguinario Zar Rojo Stalin.
– Prólogo de Joaquín
Bochaca del libro “La destrucción de Dresde. El verdadero holocausto”, de David
Irving
Adolf Hitler
“No es cierto que yo, o alguien más en Alemania,
quisiera la guerra en 1939. Fue deseada e instigada exclusivamente por esos
hombres de estado quienes han sido judíos o han trabajado para intereses
judíos. He hecho muchas ofertas para el control y limitación de armamentos, las
cuales no podrán ser olvidadas por la posteridad, para que la responsabilidad
del inicio de la guerra sea echada sobre mí…
También quiero que
nadie tenga ninguna duda, que esta vez han logrado que no sólo millones de
niños arios en Europa mueran de hambre; hombres jóvenes han sufrido la muerte y
no solo cientos de miles de mujeres y niños han sido bombardeados e incinerados
hasta morir en las ciudades, sin que los verdaderos criminales hayan expiado su
culpa, ni siquiera por medios humanos.
No puedo abandonar la ciudad que es la capital de este
Reich… al permanecer en esta ciudad quiero compartir mi destino con los otros
millones de hombres que han decidido hacer lo mismo… Por tanto he decidido
permanecer en Berlín y libremente escoger la muerte en el momento que yo crea
que la posición del Führer y la propia Cancillería, no pueda ser más defendida…
Muero con el corazón feliz, consciente de los
incalculables legados y logros de nuestros soldados en el frente, de nuestras
mujeres en casa, los logros de nuestros campesinos y obreros en su trabajo, y
la contribución única en la historia, de las juventudes que llevan mi nombre. A
ellos, desde el fondo de mi corazón, les expreso mi gratitud”
– Testamento Político
de Adolf Hitler, Dado en Berlín, el 29 de Abril de 1945 a las 04:00 AM.
Bernard Lecache (Judio)
“Alemania es nuestro enemigo público
número uno. Es nuestro objetivo el declarar la guerra sin piedad contra ella.
Uno puede estar seguro de esto: Vamos a liderar esa guerra”
– Bernard Lecache,
presidente de la “International League Against Racism and Anti-Semitism”, en su
periódico “Droit de Vivre” (Derecho a la Vida), 9 de noviembre! 1938.
Fuente: Qué nos ocultan https://quenosocultan.wordpress.com/2014/02/13/la-destruccion-de-dresde-el-verdadero-holocausto/