Fabricados para fallar
17/07/14 Por Franco Rivero
¿Por qué los productos de consumo duran
cada vez menos?
En nuestro quehacer diario, no son
muchas las veces que nos detenemos a observar un problema que convive con
nosotros desde hace muchos años. Los productos de consumo tienen una vida útil
determinada, y están programados para que no duren demasiado, o al menos,
presenten alguna falla que haga que recurramos a algún servicio técnico
especializado cada cierto tiempo. Esta más que claro que el motor de la
industria necesita de estas prácticas para que el consumo de productos tenga la
continuidad con la que ha sido regulado. Eso es lo que llamamos obsolescencia
programada: una especie de complot que tiene en la mira al usuario, el
consumidor y a toda la sociedad de consumo que sirve para que esta cadena de
compras no se corte. Problema viejo
Aunque lo pensemos
como un problema de nuestra sociedad actual, la obsolescencia programada
es una estrategia que tiene varios años. Fue desarrollada en la década de 1920,
siendo el punto de partida la duración de las lámparas de luz. Si bien los
primeros modelos desarrollados por Edison duraban
aproximadamente 1500 horas de uso y en 1911 diversos anuncios publicitarios
mediaban la duración de una lámpara por más de 2500 horas, definitivamente esto
no era muy conveniente para las empresas que fabricaban dichos productos. Para
el año 1924, varias empresas de todo el mundo y de reconocido nombre que
fabricaban lámparas de luz, llegaron a un acuerdo para que las mismas no
duraran más de 1000 horas, y de esta manera fueron promocionadas por varios
años.
Ese día, decidieron
crear un cártel mundial para controlar la producción de lámparas de luz que
recibió el nombre de ‘Phoebus’. El objetivo era controlar el mercado de estos
productos y garantizar la viabilidad de sus negocios.
Con el tiempo, el
cártel fue denunciado y, en teoría, dejó de funcionar. Pero la práctica que
recomendó, reducir a propósito la vida de las bombillas, sigue en vigencia
actualmente.
Claro que la obsolescencia programada
no solo estuvo presente en el mercado de lámparas, sino que la misma fue
adoptada por el rubro automotriz, la fabricación de productos para el hogar y
hasta las prendas de ropa se vieron afectadas por esta nueva forma de
comercialización. La obsolescencia hoy
En nuestros tiempos,
la obsolescencia programada
se mantiene vigente y rige nuestro ritmo de compras de manera sorprendente.
Dentro de los ejemplos más representativos podemos destacar los siguientes:
- Apple iPod: Cuando
salió la primera generación de iPods, era imposible cambiarles la batería luego
de que esta se agotara. Al llamar al centro de atención al cliente, la única
solución viable que brindaba la empresa era: “comprar otro iPod”. El asunto se
solucionó en los tribunales con el compromiso de Apple de asegurar dos años de
vida en sus iPods y de crear un departamento de recambios para aquellos modelos
que no ofrecían la posibilidad de un cambio de batería.
- Impresoras: El
mercado de impresoras es uno de los ejemplos más claros de obsolescencia.
Por ejemplo, la empresa Epson inserta un chip en sus impresoras que permite
imprimir una determinada cantidad de copias. Pasado ese número, reporta que la
impresora debe ser llevada al servicio técnico. Muchos usuarios han resuelto
este inconveniente de manera casera, sin que la impresora presente alguna falla
técnica.
- Baterías: Sin
importar de qué dispositivo provenga, la mayoría de ellas dura aproximadamente
18 meses.
- Automóviles: A esta
lista se suman los automóviles. Muchas veces he escuchado decir que en los años
50 y 60, la vida útil de un coche era el doble que en la actualidad, cuya duración
media no supera las tres décadas. Ni que decir tiene la obsolescencia
programada que sufren piezas de los coches como los frenos, los cuales, tras un
número de frenadas, comienzan a perder capacidad.
Obsolescencia por
modas: Stacy Malibu con sombrero nuevo Si bien los casos antes descritos son
válidos y reales, la obsolescencia por modas es más propagada convirtiéndose en
la bandera del consumismo en nuestra sociedad actual. Su funcionamiento es
simple de explicar y de entender, el usuario del siglo XXI suele sentirse
inconforme y atrasado de manera constante con sus productos tecnológicos, esto
sumado a la estrategia publicitaria hace que todo el tiempo pensemos en cambiar
nuestros productos, incluso aunque los mismos funcionen bien.
En promedio, cambiamos
nuestro celular cada dos años, y nuestra PC portátil cada tres. Lo mismo sucede
cuando alguna prenda de ropa simplemente “pasa de moda”, la olvidamos en
nuestro placard aunque esté en buen estado.
Las empresas,
obviamente, no hacen oídos sordos a estos requisitos y mantienen al usuario en
un trajín de actualización que nunca termina: parece una rueda de producción
donde el usuario es el engranaje principal de la máquina de hacer dinero. Para
buscar ejemplos no hace falta buscar demasiado o ir a rubros desconocidos, dado
que la moda actual por la tecnología pasa por lo que llevamos en los bolsillos
y en nuestros bolsos.
Todos los años tenemos
un nuevo celular tope de gama de nuestra empresa favorita dispuesta a que
desembolsemos dinero en la compra de la nueva versión. Lamentablemente muchas
veces el usuario no se da cuenta que, funcionalmente, puede realizar la misma
tarea con su “antiguo” equipo. El planteo es difícil dado que es normal que los
usuarios tapen otras carencias con la adquisición de productos varios, por lo
que la manera lógica de salirse por la tangente y no engordar este modelo es
pensarlo desde el punto de vista funcional. Basura tecnológica
Más allá del gasto que
implica la obsolescencia programada, el verdadero problema del desarrollo de
productos pensados para durar un tiempo determinado, son los desechos que
arrojamos al medio ambiente. Para el año 2007 cada habitante de nuestro país
producía 2 KG de basura electrónica
por año, por lo que, al no existir una estrategia de reciclado de productos
tecnológicos, dichos desechos tienen un fuerte impacto en el medio ambiente,
siendo lo más preocupante las baterías de plomo, un gran contaminante de
nuestra época. Por otro lado, en Europa y EE.UU., conscientes del problema, se
recicla entre un 30 y un 80% de basura electrónica, la cual vuelve a la línea
de producción para formar parte de los nuevos modelos de los últimos productos.
Hay luz al final del
pasillo
Si bien los casos aquí
expuestos hacen alusión a una problemática duradera y un futuro sin solución,
hay varios emprendimientos interesantes que ya están en marcha. El químico
Michael Braungart y el arquitecto William McDonough, autores del libro “De la
cuna a la cuna” plantean un interesante recurso llamado diseño sostenible que no
debe entenderse como metodología para reducir el impacto de productos desechados.
“Los diseñadores de
productos o servicios, deberíamos plantear el diseño sostenible como una
responsabilidad social corporativa que no sólo preste atención al reciclado de
productos o la producción biodegradable, sino que además debería trabajar el
significado del uso de esos productos y la vinculación de las personas con sus
bienes de consumo”, sostiene
McDonough.
Por otro lado, también
se realizan festivales en contra de la Obsolescencia programada. Uno de ellos
es Make It Up en el cual diseñadores, artesanos, ingenieros, investigadores,
emprendedores sociales, artistas y programadores comparten diseños abiertos y
duraderos para hacer frente a esta problemática. Ecoportal.net
Datta Magazine
Francia aprueba castigar penalmente la obsolescencia programada 07/10/14 Por Gonzalo Garteiz
Los diputados franceses han aprobado en la
Asamblea que establecer una duración determinada de un producto por un
fabricante, la denominada obsolescencia planeada, se puede castigar penalmente,
acarreando una pena de prisión de dos años y una multa de hasta 300.000 euros
que se añadiría a otras ya integradas en la Ley de Consumo.
La introducción del
castigo penal en una práctica de la cual se abusa en muchos procesos
productivos, la fabricación de electrodomésticos
y aparatos electrónicos, bombillas, etcétera, se debe a una enmienda de los
Verdes en el proyecto de ley de la transición energética, que considera la obsolescencia realizada
premeditadamente un engaño y un fraude. Los Verdes son el grupo político que
más ha combatido esta práctica por considerarla muy dañina para el
medioambiente y la sostenibilidad.
El Comité Económico y
Social de la UE exige su prohibición en toda Europa La posición francesa trae
el debate a toda la Unión Europea. El próximo 17 de octubre, el Comité Social y
Económico Europeo (EESC, por sus siglas en inglés) organiza una mesa redonda
sobre la obsolescencia planificada
de la que se espera surja la presión necesaria sobre la Comisión Europea para
que se castigue esta práctica. El EESC ya hizo una llamada a la prohibición
total en un pleno en octubre del año pasado.
El pasado mes de
junio, tras una reunión organizada por la Comisión Consultiva de
Transformaciones Industriales , que preside el español Carlos Trias Pinto, y
que se encuadra en el citado Comité, se promulgó la Declaración de Madrid, en
la que se reclamaban fundamentos de sostenibilidad en
todo el modelo productivo.
La nueva economía
colaborativa es de bienes duraderos, no perecederos El experto
español en políticas públicas de Consumo, Alejandro Salcedo
Aznal, deja claro en un estudio licitado por el Consejo Social y Económico, que
la expansión de la nueva economía colaborativa de consumo compartido , la
auténticamente sostenible, necesita para su viabilidad el tránsito de una
sociedad industrial de bienes perecederos a otra de bienes duraderos. Quedaría
así fuera del circuito la obsolescencia planificada
y se trataría de enfocar la lucha contra la obsolescencia psicológica, que se
marca al consumidor con la implantación de modas.
El aumento de los
plazos de garantía, el fomento del alquiler en lugar de la compra, la exigencia
de piezas de recambio para periodos muy largos y la reducción de los costes de
reparación, además de la estandarización de algunos productos (como es el caso
ya reglamentado de los cargadores de móviles) son medidas que ya se están
exigiendo en los países más avanzados en sostenibilidad.
La asimilación que hace ahora Francia de la obsolescencia planeada
con el engaño es un gran paso. Ecoportal.net
La Celosía
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