Actualmente,
en muchos hogares existe una creciente afición por el cultivo de plantas de interior. En la gris monotonía de las grandes ciudades, estos
organismos representan a la naturaleza y, precisamente por ello, porque se
sitúan fuera de su entorno natural para adornar oficinas, casas,
tiendas... no se debe olvidar que, como cualquier ser vivo, tienen
sus necesidades naturales de luz, temperatura, agua y nutrientes.
En realidad, es muy difícil
establecer qué plantas son de interior y cuáles no, ya que no existe
ninguna clasificación científica a este respecto. Tampoco existen plantas cuyo
medio óptimo sea el interior de una casa. Pero hay un gran número de ellas que
se prestan para el cultivo en interiores. Algunas admiten las condiciones
durante mucho tiempo, y otras tan sólo un par de semanas.
La luz necesaria
Es un componente
indispensable para la vida de una planta por lo que, en el momento de elegir el
lugar que ésta va a ocupar, será necesario optar por aquel en que exista
una buena iluminación solar o bien alumbrarlas
artificialmente.
Sin embargo, cuando
una planta está situada en un lugar demasiado luminoso, algunas hojas quedan
amarillentas y caen.El exceso de luz provoca quemaduras y necrosis que
afectan al crecimiento de la planta. Por el contrario, si una planta
dispone de escasa luz se marchita.
Es bueno dar la vuelta
regularmente a la planta para que reciba la misma luz en todas sus
partes, porque si no existe el riesgo de que la planta se tuerza buscando la
luz necesaria para su existencia.
En invierno, cuando el sol no es tan
fuerte, se pueden colocar las plantas más cerca de la ventana y
retirarlas un poco en verano. Un consejo muy útil es no poner nunca una
planta que ha estado en sombra o a media sombra al sol directamente, ya que se
podrían quemar las hojas.
Una planta necesita diariamente entre
12 y 16 horas de luz. Cuando no les llega en cantidad suficiente, la
solución es la luz artificial. Existen lámparas incandescentes que imitan la
luz natural y que son muy prácticas en estos casos.
Temperatura y humedad
Las plantas oriundas
de regiones cálidas y húmedas deben ser vaporizadas para compensar la
pérdida de agua provocada por la evaporación y la transpiración, y mantener,
de esta forma, un ambiente propicio para su desarrollo. La falta de humedad se
evidencia en una planta porque se pone amarilla y se le caen las hojas,
al mismo tiempo que dejan de crecer y disminuye su tamaño.
Para resolver este problema, basta vaporizar
a diario el follaje con agua pura, pero, como no siempre se puede llevar a
cabo esta tarea (podríamos estropear cortinas y muebles), lo mejor es hundir
las macetas en turba húmeda, ya que ésta mantiene la
humedad atmosférica.
Otro método consiste en cubrir
un plato con un lecho de grava, llenarlo casi de agua y colocar la
maceta sobre los guijarros. También, en algunas condiciones, la mera presencia
de una fuente o un jarrón ornamental lleno de agua, basta para
mantener un grado de humedad constante.
En cuanto a la temperatura, se puede
decir que, en condiciones normales, una planta necesita para desarrollarse una
media que varíe entre los 12 grados, en invierno, y los 24 grados, en
verano, ya que no tolera bien las variaciones bruscas de temperatura, que
detienen su crecimiento y provocan la caída prematura de las hojas.
La repisa de una chimenea, por ejemplo, puede ser un soporte muy
decorativo para las plantas colgantes, pero es necesario
cambiarlas de lugar antes de encender el fuego porque el calor las mataría. El alféizar de una ventana es
otro lugar donde se registran altas temperaturas hasta el punto de resultar
intolerables para las plantas; este lugar en invierno tampoco es adecuado por
el frío y las corrientes de aire.
Además, hay que ser prudentes con algunas instalaciones, como las del aire
acondicionado, perjudicial cuando la planta está cerca, y las de la
calefacción (algunos sistemas mantienen con dificultad una temperatura
constante sin secar el ambiente).
Un riego apropiado
Este aspecto dependerá
de la naturaleza de la planta y de la evaporación que en la misma se origine.
Así, las plantas de hojas amplias y tiernas tendrán mayores necesidad de agua,
mientras que las de hojas estrechas y duras requerirán riegos menos frecuentes,
incluso prácticamente nulos en las apocas frías, de reposo vegetativo.
Por otra parte, la
necesidad de riego será mayor cuanto más elevada sea la temperatura, pues
en este caso la transpiración de la planta será también mayor y la pérdida de
agua por las hojas resultará cuantiosa.
Por norma general, las plantas
de interior presentan menor evaporación y, consecuentemente, necesitan
menos agua, es decir, riegos más espaciados, salvo que las condiciones de calefacción provoquen una sequedad
excesiva.
En este supuesto, al igual que en
verano, los riegos han de ser más frecuentes para mantener la planta
fresca y ligeramente húmeda, sin llegar al encharcamiento. Las plantas que
necesitan menos riego durante el reposo vegetativo son las de hoja caduca, los
bulbos, los rizomas, los tubérculos, las plantas crasas y las de reposo
absoluto.
Antes de regar es preciso examinar con
cuidado la tierra en la superficie de la maceta para ver el grado de humedad
que posee. Una maceta está bien regada y no necesita más
agua cuando, tomando un poco de tierra con los dedos, está
húmeda, pero apretándola no gotea.
Los nutrientes
Las plantas necesitan
ser alimentadas para subsistir, ya que las reservas naturales de la tierra se agotan. De esta forma
el uso de abono, líquido o sólido, orgánico o inorgánico, es totalmente
necesario.
Toda planta necesita tres elementos nutritivos importantes: nitrógeno, necesario
para el crecimiento; fósforo, imprescindible para la formación de
las hojas nuevas y los brotes de flores; y potasio, útil para dar
robustez y resistencia.
Además de estos tres elementos, un
abono aporta los llamados oligoelementos (magnesio, azufre, hierro,
boro, cobre...), indispensables para la vida de una planta.