Personas víricas que consumen
energía
Llegan, nos contagian
sus emociones negativas y nos dejan sin fuerzas.
Defenderse y
protegerse de este tipo de personas es una obligación.
Parar los pies a los
víricos victimistas no es abandonarles sino invitarles a tomar las riendas.
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Seguro que usted se ha
visto alguna vez en esa situación en la que después de mantener una
conversación con un amigo se ha sentido desolado, ha contemplado el mundo con
más tristeza y menos entusiasmo que antes de empezar la conversación, o ha
pensado: “Madre mía, a este amigo no le pasa nada bueno, siempre tiene una
queja”. Y en situaciones extremas, ha escuchado el teléfono, ha visto el nombre
de la llamada entrante y ha dejado de atenderlo porque sabe que esa persona, de
alguna manera, le va a complicar la vida: le va a contar un nuevo problema o
seguirá hablando de su monotema, por lo general con temática “desgracia”. La pregunta que uno se plantea siempre
después de pasar un rato con las personas víricas es: “¿Y yo qué necesidad
tengo de estar oyendo esto?”.
¿Quiénes son las
personas víricas? Aquellas que llegan y le contagian de mal humor, de tristeza,
de miedo, de envidia o cualquier otro tipo de emoción negativa que hasta ese
momento no se había manifestado en su cuerpo. Es igual que un virus: llega, se
expande, le hace sentir mal y cuando se aleja, poco a poco, usted recobra su
estado natural y, con suerte, lo olvida.
El origen de la
persona vírica puede ser variado: el mal genio, la envidia, la falta de
consideración, el egoísmo, la estupidez o la falta de tacto. Lo importante es
verse con recursos suficientes para protegerse del contagio. El mundo está
lleno de personas víricas de diferentes tipologías, unas menos dañinas y otras
malévolas que dejan memoria y cicatriz.
Víricos pasivos. En esta categoría incluyo a los victimistas, los
que echan la culpa de todo su mal a los que tienen alrededor, nunca son
responsables de lo malo que les ocurre porque son los demás o las
circunstancias los que provocan su malestar. Si les escucha y a usted le va
bien, llegará a sentirse mala persona por disfrutar de lo que los victimistas
no tienen. Y no porque no tengan posibilidad de hacerlo, sino porque han
aprendido a obtener la atención a través de la queja y eso es cómodo. Se
sienten maltratados por la vida y abandonados de la suerte. Por supuesto, le
hacen sentir mal a quien no les presta la atención de la que se creen
merecedores. Con estas personas sufrirá el contagio del virus tristeza,
frustración y apatía.
“Es extraña la
ligereza con que los malvados creen que todo les saldrá bien” (Víctor Hugo)
Víricos caraduras. Son
los que siempre le pedirán favores, pero a la vez no son capaces de estar
atentos a sus necesidades. No mantienen relaciones bidireccionales en las que
entreguen tanto como reciben. Tiran de otros sin preguntarles si están bien, si
necesitan ayuda, si les viene bien prestársela en ese momento. Son egoístas y
egocéntricos, y en el momento en el que se deja de satisfacer sus necesidades
comienza la crítica y el chantaje emocional. Con estas personas sufrirá el
contagio del virus “siento que abusan de mí”, aprovechamiento y resignación.
Víricos criticones. Viven de vivir la vida de otros porque no les vale
con la suya. Su vida es demasiado gris, aburrida o frustrante como para hablar
de ella, así que destrozan todo lo que les rodea. No espere palabras de
reconocimiento hacia los demás ni que hablen de forma positiva de nadie, porque
el que a los demás les vaya bien, les potencia su frustración como personas. No
saben competir si no es destruyendo al otro. Arrasan como Atila. Con estas
personas sufrirá el contagio del virus desesperanza, vergüenza, incluso culpa
si participa en la crítica. Y la culpa luego arrastra al virus del
remordimiento.
Víricos con mala idea. Manténgalos bien lejos. Están resentidos con la
vida, ya sea porque no han sido capaces de gestionar la suya o porque la suerte
no les ha acompañado. Anticipan que las personas son interesadas y no esperan
nada bueno de ellas. Todo lo interpretan de forma negativa, a todo el mundo le
ven una mala intención. Viven en un constante ataque de ira, como si el mundo
les debiera algo. No soportan que otros tengan éxito, esfuerzo y fuerza de
voluntad, porque estas actitudes de superación les ningunean todavía más. Con
estas personas sufrirá el contagio del virus indefensión, inseguridad,
impotencia y ansiedad.
Víricos psicópatas. Para los que no lo sepan, no hace falta ser asesino
en serie para ser un psicópata. El psicópata es aquel que inflige dolor a los
demás sin sentir la menor culpabilidad, remordimiento y sin pasarlo mal. De
estos hay muchos de guante blanco. Son los que humillan, faltan al respeto a
propósito, pegan, amenazan y provocan que se sienta ridículo, menospreciado, y
se cargan la autoestima. Ante ellos, salga corriendo, porque el que lo hace una
vez, repite. Si le permite que le maltrate, usted terminará pensando que ese es
el trato que merece. Con estas personas sufrirá el contagio del virus miedo y
odio. Muy difícil de erradicar, perdura durante mucho tiempo en su memoria.
Mecanismos de defensa. Para evitar el contagio de los víricos
victimistas, lo primero que hay que hacer es pararles. Decirles que estará para
ayudarles a tomar decisiones y solucionar problemas, pero no para ser el
pañuelo en el que ahogan sus penas sin implicarse. Estas personas se
acostumbran a llamar la atención con sus desgracias, pero son incapaces de
responsabilizarse y actuar porque optan por el camino fácil: llorar.
Dígale que estará
encantado de ayudarle siempre y cuando se movilice. Y si no lo hace, decida
alejarse de alguien que ha tomado la decisión de ser un parásito toda la vida.
No lo está abandonando, le está dando aliento para que actúe. Si decide no
tomar las riendas de su vida, ser su paño de lágrimas, tampoco será una ayuda.
Se gasta la misma energía quejándose que buscando soluciones. La primera opción
consume y resta, y la segunda suma.
“La tristeza del alma
puede matarte mucho más rápido que una bacteria” (John. E. Steinbeck)
Ante el virus de
pedir, el antivirus de decir no. Si usted no hace prevalecer sus necesidades y
prioridades, ellos tampoco lo harán. Una cosa es ser solidario y otra muy
distinta estar a disposición de todos y no estar nunca para uno mismo.
No permita que la
persona vírica criticona haga juicios de otras personas que no estén presentes.
Si lo hace con otros, también lo hará cuando usted no esté presente. No entre
en su juego ni se identifique con esa conducta. Dígale que no le gusta hablar
de personas que no están presentes. Y si se trata de rumores, dígale que no
tiene la certeza de que el rumor sea cierto. Los rumores, la mayoría de las
veces, son infundados, falsos o exagerados. Se propagan como el viento, y a
pesar de que luego se compruebe que son falsos, el daño ya está hecho. Actúe
como le gustaría que lo hicieran, con respeto, discreción y veracidad. Es más importante ser ético que evitar un conflicto con un
criticón.
Y por último, no
permita que nadie le falte al respeto y mucho menos le maltrate ni psicológica
ni físicamente. Como personas, todos merecemos un trato digno. Hágase valer.
Pida ayuda, póngase en su sitio, no consienta una segunda oportunidad a quien
le ha hecho daño. El que le daña no le quiere;
olvídese de justificarle por su pasado, su carácter, su educación, el alcohol o
sus problemas. Nada, absolutamente nada, autoriza la falta de respeto y el
maltrato físico y psicológico. Y esto es válido en el ámbito familiar, laboral
y entre los amigos.
Rodéese de personas de
bien, que le quieran y que se lo demuestren, que le hagan feliz, con las que
salga con las pilas recargadas. Tenemos la obligación de ser felices y
disfrutar. Hay mucha gente dispuesta a ello. No las deje escapar. Las personas
estamos para ayudarnos, somos un equipo.
Fuente: http://elpais.com