Se gastan más de 15 mil 500 litros de
agua para producir un solo kilogramo (kg.) de carne vacuna. Para producir un
kg. de maíz, con sistema de riego, se necesitan 31 veces menos: unos 500 litros
de agua. Para producir papas, 255 litros y zanahorias 131 litros por kilogramo.
70 por ciento del agua dulce disponible a nivel global se usa en agricultura, y
de ese volumen las tres cuartas partes lo gasta la agricultura industrial,
aunque los alimentos que produce solamente llegan a 30 por ciento de la
población global. Son datos del Atlas de la Carne, editado en 2014 en
castellano por la Fundación Heinrich Böll, en colaboración con varias otras
organizaciones.
Según la Organización
para la Agricultura y
la Alimentación de Naciones Unidas (FAO), producir mil calorías de alimentos en forma de
cereales requiere aproximadamente medio metro cúbico de agua. Producir la misma
cantidad como carne requiere cuatro
metros cúbicos y para lácteos, más de seis metros cúbicos. Son apenas promedios
ya que la forma de crianza hace que el gasto sea muy diferente: una vaca criada
industrialmente y en confinamiento usa muchísima más agua que una vaca en
pastoreo al aire libre. Lo mismo se repite con otros animales de consumo: la
cría campesina y de traspatio de cerdos, aves, cabras, usa una mínima parte del
agua de los enormes volúmenes que se gastan para las instalaciones de cría
industrial, que cada vez son más grandes y están literalmente consumiendo la
mayoría del agua y de la tierra cultivable del planeta.
No se trata de que los
animales beban tanta agua o usen tanta
tierra: la mayoría del consumo de agua se debe a que los animales en
confinamiento consumen de más en más solamente granos y forrajes producidos
industrialmente, cuya producción exige enormes volúmenes de agua y energía. La gran mayoría
de la soya y maíz transgénico producido en el mundo es para este fin. Según
WWF, para producir un solo kg. de carne, se usan en promedio
6.5 kg. de granos, 36 kg. de forrajes y 15 mil 500 litros de agua. A esto hay
que agregar que la industria de cría de animales es un factor importante de
contaminación de fuentes de agua superficiales y subterráneas, por fósforo y
nitratos, provenientes del estiércol y fertilizantes. El estiércol, que en
libre pastoreo es un abono que ayuda a los suelos y la fertilidad, se
transforma en un enorme problema al fermentar anaeróbicamente en grandes
piletas e instalaciones en cría industrial confinada. Ya la sobre-fertilización
es un problema mayor que la falta de abono. Las filtraciones a mantos freáticos
llegan también a manantiales y pozos, haciendo el agua no potable. Según el
Atlas de la Carne, si las autoridades comprobaran los niveles de nitrato, las
personas deberían dejar de beber esa agua, pero esto no ocurre en muchos
lugares.
La industria pecuaria
se come también la vasta mayoría de la tierra agrícola del planeta. De los 14
mil millones de hectáreas de tierra cultivada en el planeta, un tercio se
utiliza para producir forrajes. Si se consideran también oleaginosas, paja,
henos, ensilados, pastas de semillas de colza, uva y soya que van a los
comederos, las tres cuartas partes de tierras cultivadas se dedica a alimento
animal. Según el PNUD, el 78 por ciento (¡!) de todas las tierras agrícolas del
planeta se dedican a la cría animal, entre producción de piensos, forrajes y
pasturas.
En promedio mundial
–con grandes diferencias entre regiones– más de la mitad de los cereales
cultivados se usa para alimento animal. En África tal cifra es impensable, allí
las personas consumen más de 80 por ciento de los cereales y el ganado se
alimenta en tierras de pastoreo. La voracidad por tierras para producción
animal es también una causa de deforestación en muchas partes del mundo. Se
considera el mayor factor de deforestación de la Amazonia brasileña,
que se agrega al avance brutal de la siembra de soya transgénica –para
alimentar ganado en otras partes del mundo– sobre el Cerrado, un ecosistema
único de sabana tropical, cuya destrucción erosiona también la Amazonia.
La cría industrial
confinada de animales usa y disemina, además, una cantidad ingente de químicos y tóxicos.
Por las condiciones de hacinamiento y para hacerlos crecer más rápido, usan un
enorme volumen de antibióticos y antivirales, los mismos que son de uso humano.
En muchos casos, agregan los antibióticos a la comida para favorecer el
engorde. Este uso es ilegal en Europa y algunos otros países, pero al alegar
razones veterinarias, la industria sortea las restricciones. La Organización
Mundial de la Salud señala a esta industria como uno de los principales
factores de creación de superbacterias multiresistentes, mayor resistencia en
virus y creación de nuevas enfermedades que afectan a los humanos, como gripe
aviar y gripe porcina.
El consumo de carnes
diversas, locales, campesinas, de libre pastoreo, sin químicos y en
pequeñas cantidades es un buen complemento alimentario. Pero nada de lo que
proviene de esta pujante industria trasnacional de cría animal y sus derivados
cumple estas condiciones. Por el contrario, a la par que devora y envenena
nuestras tierras, aguas y bosques, nos enferma e impide la producción campesina
y el consumo saludable. *Investigadora del Grupo ETC
Ecoportal.net
Jornada
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