DIOS NO ES UN MISTERIO
Este trabajo no busca
convencer a nadie; solo exponer. Quien esto escribe fue ateo durante años hasta
que encontró a Dios. No se llega a descubrirlo por el método científico, ni por
la razón lógica. Ni uno ni otro sirven para afirmar o negar a Dios. Es como si
con un método de escritura convencional quisiéramos interpretar una partitura
de Mozart. Dios no es el dios que nos contaron de niños: un ser misterioso y
lejano que dicen que nos ama pero no duda de enviarnos al infierno para siempre
si nos descuidamos. Ni el dios de las iglesias ni el dios del que reniegan los
ateos. ¿Entonces?...
Dios-energía: el Dios
Impersonal o Espíritu Santo
Igual que sucede con
el átomo, cuyo núcleo es energía, ocurre en los seres humanos, donde la energía
vital se halla en el interior del alma y de ahí irradia y alimenta a todo cada
órgano y a cada célula. Algunos llamamos Dios a esa única energía universal -la
vida- que nutre el universo visible tanto como el invisible y lo mantiene en un
constante movimiento con la creación de nuevas formas y desaparición de otras
en una aspiración y espiración cósmica eternas, donde Dios toma energía y la
devuelve multiplicada incesantemente. Este es el Dios impersonal, nuestra
energía-vida de cada día.
Ocurre con las células
de nuestro cuerpo lo mismo que con las células de cualquier planta o animal, y
la fuerza que opera es la misma en todos los casos, esa energía universal
genialmente constructora , modificadora y organizadora a la que algunos
llamamos Dios, Alá, etc. Él opera en nosotros tanto como a través de nosotros,
según lo que hagamos en nuestro mundo de pensamientos, sentimientos, palabras y
acciones con esa energía que se nos regala cada día y que cada uno utilizamos
pensando, sintiendo, hablando y actuando con ella y a través de ella.
Tal idea de Dios como
energía no tiene nada que ver con el dios de las iglesias, esa espantadora
amenaza de las biblias contra la que se rebela la inteligencia y la nobleza del
corazón. Estas ideas sobre un dios vengador, castigador, externo y lejano, y
otras semejantes igualmente inadmisibles y falsas enseñadas por teólogos
católicos y protestantes han conducido al ateísmo a más de uno que llegaron a
identificar a Dios con el dios de la institución Iglesia o de otras religiones
de templos.
Dios Creador: El Dios
personal
En sus manifestaciones
proféticas, Dios nos enseña su otro aspecto: Su aspecto como Creador. Como
Creador, ha hecho el Cielo y esta Tierra. Todo procede de Su fuente de energía
impersonal, conocida como Espíritu Santo, y para ello se dio forma a sí mismo
como Padre y Creador, y creó los Cielos, los soles y planetas espirituales, los
reinos de la naturaleza espirituales y todos los seres puros que pueblan los
reinos celestiales. El mismo Dios impersonal se da forma para crear formas con
Su energía impersonal y ser reconocible no sólo en lo creado sino por Sus
criaturas, y entre ellas nosotros, que fuimos antaño puros aunque muchos
optáramos por rebelarnos y negar a Dios en ese acto que se conoce como Caída.
El peligroso dios de
los teólogos
Algunos han querido
conocer a Dios con la mente intelectual, como cuando se estudia filosofía o
matemáticas. Cuando intentamos conocer a Dios con la mente- como hacen los
teólogos y los racionalistas- se descubre que es un camino equivocado. Dios no
es un conocimiento intelectual,
no es una adquisición
intelectual acerca de la que se puede discutir: es una experiencia interna a la
que se accede cuando se cumplen Sus leyes. Y en cuanto se llega a tener esa
experiencia interna -como se tienen en nuestra vida otras que tampoco se
acomodan a las explicaciones racionales sin por ello ser cuestionadas- es
posible desde esa experiencia interna comprender la relación que existe entre
el mundo social, el cosmos material, los reinos de la naturaleza y la propia
vida, pues la vida, Dios, es el nexo, y a través de ese nexo es posible
acercarnos a comprender la Vida como totalidad, y nuestro propio papel en la
totalidad. Imaginemos que una célula corporal tomara conciencia de pertenecer a
un órgano determinado y alcanzase a sentirse parte de de ese órgano, y ,a
través de él, del resto del organismo al que pertenece. Esa experiencia interna
llevó a la célula individual a percibir la totalidad del organismo y con ello
el sentido último de su función, el por qué de su existencia en relación a la
totalidad orgánica.
También nuestras
emociones son una experiencia interna, algo situado más allá de lo intelectual,
ligado profundamente a nuestro mundo íntimo, ese mundo que se resiste a ser
explicado con la lógica del lenguaje, que no es más que un código limitado de
comunicación. Al fin y al acabo las palabras sólo son símbolos y convención y
lo que importa es lo que encierran en su interior: el mundo de pensamientos,
sensaciones y sentimientos que forman el núcleo duro donde reside el verdadero
valor y la fuerza verdadera de cada palabra. Aprender a mirar los contenidos
que tienen las palabras, lo que hay tras ellas, es un aprendizaje necesario
para comprender los mensajes que recibimos.
Los mensajes de Dios
que vienen transmitiendo durante siglos las castas sacerdotales y las Iglesias
no resultan nada tranquilizadores :nos traen la imagen de un Dios externo, de
un juez severo, partidista, de misteriosos propósitos y caprichosa voluntad, enfadado
con los seres humanos y sus pecados, y al que conviene aplacar mediante ritos y
ceremonias o mediante diversos modos de auto castigo físico y mental. Cilicios,
promesas que implican dolor físico, autoflagelaciones con latiguillos, y otros
modos de auto tortura física o psicológica vienen a mostrar el fanatismo y la
ignorancia sobre Dios que las Iglesias, el islamismo y otras corrientes que se
pretenden intérpretes de la Divinidad quieren hacer pasar por religión. Pero
Dios no tiene nada que ver con eso: Dios es una experiencia interna de paz,
armonía, amor, fuerza, salud y alegría. Esta no es nunca una experiencia
dolorosa, algo que se hace castigando al cuerpo, sino por medio de prácticas
como la meditación, la oración del corazón, el trabajo consciente y el
perseverar en la auto superación para llevar una vida conforme a Sus
Mandamientos, tan bien conocidos por la humanidad y por todas sus religiones
como poco practicados por sus máximos representantes.
El Misterio de la
Trinidad no es ningún misterio. Y menos un dogma.
Retomando y
resumiendo:
Por medio de algunos
profetas se ha ido revelando a los humanos que existe ese Dios Impersonal del
que hablamos, la Energía Primaria Universal, el Dios Cósmico que penetra como
fuerza y vida todo cuanto existe. Es la energía vital, la vida misma: Es el
Espíritu Santo. Y cuando este Dios impersonal y todopoderoso se da forma a Sí
mismo, se manifiesta y lo hace como Creador. Es Dios Padre. Es el mismo Dios
que ahora actúa para crear universos, mundos, seres, hijos espirituales.
El primer hijo
visualizado por Dios para ser creado fue Cristo. Con el Espíritu Santo y el
Padre forma la Trinidad. El Padre es Dios, el Espíritu Santo es Dios en su
aspecto impersonal como energía, pero el Hijo, Cristo, no es Dios: es el Corregente
de los Cielos y nuestro Redentor. El encarnaría en Jesús de Nazaret para darnos
a conocer nuestro origen divino y mostrarnos el camino de regreso a nuestro
perdido hogar eterno tras la rebelión de una parte de los seres espirituales
conocida como Caída. Esta inició un proceso de degración de nuestra alma que
sólo pudo ser detenido por la fuerza redentora de Cristo que desde la cruz nos
hizo llegar a cada uno de nosotros una parte de Su propia fuerza -de Su
herencia espiritual- para frenar esa degradación y prestarnos una energía
suplementaria-la suya- para cumplir los Mandamientos, purificarnos y regresar a
nuestro verdadero hogar: los Cielos puros.
"Nadie llega al
Padre sino por Mí", nos dice Cristo. Así que tenemos un poderoso aliado,
pero sabedor de lo difícil que es alcanzar la suficiente perfección en una sola
existencia – siempre tan corta-en la Tierra, nos mostró que existía la
Reencarnación. Esta idea, muy extendida en su tiempo y todavía presente en las
religiones y filosofías orientales como el hinduismo y budismo, no tiene nada
que ver con encarnar en un cuerpo de un animal o apoderarse astutamente del
cuerpo de alguien para poder vivir en este mundo. Somos nosotros mismos ,
nuestra alma, la que nace una y otra vez en la familia adecuada y en el cuerpo
que nos corresponde genéticamente, pues traemos al nuevo cuerpo nuestra propia
configuración genética conservada en la memoria de nuestra alma - para poder
enmendar errores pasados y seguir aprendiendo.
La reencarnación es un
regalo de Dios, una oportunidad, y una forma de manifestarnos Su amor infinito.
La Iglesia ha negado enseñanzas de Cristo tan fundamentales como esta, lo mismo
que convirtió en dogma la Trinidad, y se inventó otras, con lo que hace casi
dos milenios que dejó de ser cristiana para convertirse en católica y pagana.
Sin embargo el mayor falsificador de biblias, el obispo Jerónimo, tuvo la
decencia o la contradicción de dejar el Sermón de la Montaña de Jesús que
constituye el núcleo del cristianismo que la Iglesia considera utópico y no
practica, pero que constituye la guía de todo seguidor de Cristo. No hace falta
mucho más. Ni siquiera la Iglesia, por supuesto. Aquí puede decirse que la
Iglesia. todas las iglesias que se autoproclaman cristianas, con todo ese
aparato jerárquico, dogmático, ritual y todos sus templos no son más que
obstáculos que interponen los enemigos de Dios disfrazados de clérigos para
evitar que sea conocido y ellos desenmascarados.
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