Comemos veneno: “El cáncer, la in-fertilidad y la
diabetes son por la comida”
junio 17, 2014
“El
aumento de enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes y el cáncer está
directamente relacionado con los alimentos que comemos.
Las hormonas
sintéticas presentes en los fertilizantes y pesticidas que entran en contacto
con la comida son muy peligrosas para la salud y no suelen detectarse en los
análisis toxicológicos, por lo que se invalida el principio de que la ‘dosis
hace el veneno’”.
Con esta advertencia a
modo de carta de presentación, la galardonada documentalista y periodista
Marie-Monique Robin nos introduce en el mundo de la agro-industria, su campo de
investigación desde hace más de una década, y sobre el que versa su último
ensayo: Las cosechas del futuro. Cómo la agro-ecología puede alimentar al mundo
(Península).
Una obra fruto del
análisis comparativo de diversos sistemas de producción alimentaria que, en
sintonía con otras anteriores como Nuestro veneno cotidiano y El mundo según
Monsanto, cuestiona el mito de que la bajada del precio de los alimentos o de
que el fin del hambre en el mundo solo son posibles mediante la producción
industrial de alimentos.
La principal novedad
que aporta la autora gala con este último libro es que existe una alternativa
demostrable, “más sobresaliente de lo que creía antes de iniciar la
investigación”, y que se llama agroecología. El cáncer de cerebro y la leucemia
están creciendo a un ritmo anual del uno al tres por ciento entre los niños,
según la OMS
La transición de la
agroindustria a la agroecología todavía es posible, explica Robin, pero aun
existiendo la voluntad política necesaria para propiciar los cambios
legislativos que la permitan, “llevará muchos años descontaminar las tierras y
las aguas subterráneas hasta poder producir alimentos sanos”.
Es por ello que urge,
en primer lugar, limitar el uso de pesticidas y transgénicos. “España es el
país más permisivo de la UE con el cultivo de Organismos Genéticamente
Modificados (OGM) y la comercialización de otras sustancias tóxicas, como el
bisfenol A que en otros lugares como Francia está prohibido”.
Una permisividad,
alerta la autora gala, con unas consecuencias más que visibles: “Las parejas
españolas son las que más problemas tienen de infertilidad en toda Europa, al
afectar a una de cada cuatro”.
Al mismo tiempo, los
cánceres de cerebro y la leucemia están creciendo a un ritmo anual del uno al
tres por ciento entre los niños, según los datos de la Organización Mundial de
la Salud (OMS), que ponen también de relieve el auge del origen fetal de las
enfermedades en la edad adulta (presuntamente por el tipo de alimentación de la
gestante).
“La propia Autoridad
Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ya se está dando cuenta de estas
consecuencias y reconociendo las deficiencias del principio toxicológico de que
‘la dosis hace el veneno’ debido a las indetectables hormonas sintéticas, como
demuestra la mayoría de literatura científica sobre esta cuestión”, apunta
Robin.
El
cenit del petróleo lo será también de la comida barata
Tradicionalmente se ha
relacionado el bajo coste de los alimentos con los monocultivos, el uso de
pesticidas y fertilizantes para reducir las plagas, así como otras técnicas
modernas de producción a gran escala. Sin embargo, Robin afirma que “los
precios de los alimentos que compramos en el supermercado son completamente
falsos porque no incluyen los costes directos ni los indirectos”.
Los gastos derivados
del tratamiento de las aguas contaminadas, del pago de las tasas por los gases
de efecto invernadero, de las subvenciones (para el gasóleo, para exportar o
directamente de la Política Agraria Común de la UE), así como de los sistemas
públicos de salud, por el aumento de enfermos crónicos, son algunos de los
costes asociados a la agro-industria que no se incluyen el precio de origen.
“Si sumamos todos
estos costes a los productos en origen, su precio subiría y serían más caros
que los ecológicos”. Además, añade Robin, más de la mitad del precio está
engordado por los intermediarios y finalistas.Tendrán que pasar muchos años
para descontaminar las tierras y las aguas subterráneas hasta poder producir
alimentos sanos
Una realidad de la que
no estamos muy lejos, según la autora gala, para quien antes o después tendrá
que dispararse el precio de la comida, ya sea por el fin de las subvenciones
(como se prevé con la PAC), por la creciente especulación bursátil con las
materias primas en los mercados de futuro, o por el no menos inminente
encarecimiento de los combustibles fósiles como el petróleo y el gas, debido a
su cenit.
Los productos químicos
utilizados en la agro-industria se elaboran a partir de petróleo y gas, por lo que un aumento en el precio de estos recursos, junto a la escasez de agua,
pondría a la agro-industria en la encrucijada. “Esta es la gran debilidad de las industrias alimentarias. Se sustentan sobre un modelo que depende de los
combustibles fósiles, y está claro que el precio de éstos será cada vez mayor,
por lo que el de los alimentos será parejo.
No tiene sentido que
la alimentación en el mundo dependa de la producción de petróleo en una región
tan convulsa como es Oriente Medio”, lamenta Robin.
Alimentos saludables
en un mundo sostenible
Las perniciosas
consecuencias para la salud y el medio ambiente de la agricultura industrial,
así como la crónica de una muerte anunciada que Robin comenzó a describir antes
incluso de que se produjesen las primeras crisis alimentarias en Latinoamérica
(relacionadas con los biocarburantes) han llevado a la francesa a recorrerse el
mundo en busca de alternativas ecológicas.
Después de estudiar
diferentes técnicas agro-ecológicas pudo comprobar que su rendimiento puede ser
mayor que con técnicas propias de la agro-industria. La gran debilidad de la agro-industria es que se sustenta sobre un modelo dependiente de los
combustibles fósiles
“Muchas veces, cuando
hablamos de agro-ecología pensamos que se trata de volver a las técnicas empleadas por nuestros abuelos. No es así, se trata de prácticas mucho más
complejas que dependerán de la zona geográfica donde se desarrollen, del tipo
de cultivo o del tipo de tierra”, explica la autora.
Sin embargo, Robin sí
pudo comprobar que todos ellos coincidían en un principio básico: la
complementariedad. “Se trata de un principio común mediante el que se busca
complementar la biodiversidad del medio, mediante rotación de cultivos o
interfiriendo en los ciclos biológicos de los insectos, para prevenir plagas y
aumentar la producción”.
La demanda de
productos ecológicos por parte de los consumidores ha aumentado
proporcionalmente al deterioro de la cadena alimentaria, “pero la oferta
todavía no llega para abastecerlos a todos”, apunta Robin. Para hacerla
extensiva a todo el mundo no llega con la concienciación del consumidor, que al
fin y al cabo es el que más poder detenta con sus decisiones de compra, sino
que se necesitan medidas políticas concretas.
Entre las propuestas
más urgentes para facilitar el cambio, la periodista cita “la prohibición de la
especulación con alimentos, el fomento de la soberanía alimentaria mediante una
férrea protección de los mercados y agricultores locales, y el acortamiento de
las cadenas de distribución buscando conexiones directas entre consumidores y
productores”.
Solo mediante la
eliminación de los intermediarios y finalistas, explica la francesa, el precio
de los alimentos orgánicos se reduciría hasta en un 90%.
Las bases para
posibilitar un cambio de modelo están puestas “desde hace muchos años”, pero de
no iniciarse una pronta transición, advierte Robin, “no podremos anticiparnos a
las crisis alimentarias que resurgirán en cualquier momento”.
Fuente: Voz del pueblo